martes, 11 de diciembre de 2007

Mij@, Mejor NO me Diga Nada

Manuel Velandia Mora

Tomado de: Y si el cuerpo grita... Dejémonos de maricadas. Editorial Equiláteros, Bogotá, 1999. Páginas 141 a 149.

Las madres, más que los padres, casi siempre conocen de la orientación homosexual o lésbica de su hij@, pero el temor a confirmarlo hace que prefieran hacerse l@s desentendid@s y no se atrevan a plantear el tema. Cuando se autorizan a interrogar o a fisgonear a hurtadillas las visitas y llamadas telefónicas, es porque ya definitivamente se decidieron a comprobarlo. De todas formas, siempre guardan en el “fondo de sus corazones” la esperanza de estar equivocad@s.

Para un hombre que se piensa homosexual o una mujer que se asume lesbiana es supremamente difícil hablar con su madre y su padre al respecto. Lo es generalmente, no por ell@s mism@s, sino por el temor que tienen a causarles dolor, o más correctamente, a romper los imaginarios construidos sobre ell@s desde cuando empezaron a pensarl@s human@s.

Desde mucho antes de ser padres y madres, las personas tejen sobre l@s hij@s una serie de fantasías con respecto a toda la globalidad de su ser. L@s piensan no sólo con un cuerpo, sino con un comportamiento, una actividad laboral, un estilo de vida, unas relaciones afectivas, una familia, unas creencias, un@s amig@s, una manera de disfrutar la vida, de comunicarse, una economía. Incluso los imaginan con unas normas de comportamiento, una posición social y hasta tienen claro cómo serán sus niet@s, atreviéndose con todo ello a construir una vida para ell@s.

Los padres y madres en general no educan a sus hij@s en la libertad de la autodeterminación sino desde el principio de la obediencia plena. L@s hij@s saben que autodeterminarse implica, de alguna manera, romper con dichos imaginarios. Los padres y madres igualmente conocen que algunos rompimientos necesariamente ocurrirán, pero no esperan que estos se den precisamente en el “deber ser” para la sexualidad.

Ser homosexual o lesbiana no es algo que se haga contra el padre y la madre. Es una determinación particular que se vive para sí y no en función de otr@s. Sin embargo, quien se asume en una orientación sexual que de alguna manera implica un rompimiento con el “deber ser” socializado, vive un proceso de crisis. Ésta se presenta desde el mismo momento en que se da cuenta de su posible quebrantamiento a la norma estipulada (heterosexual), hasta cuando definitivamente se identica en su orientación sexual (homosexual o lésbica) y la asume para su cotidiano. Estas crisis se genera tanto por su propia contradicción, como por la que se le presenta con el modelo del “deber ser”, cuyos representantes más cercanos y directos son sus propios padres y madres.

La crisis se vive por romper las expectativas ajenas, más que por truncar las propias. Acomodarse a aquello que se le ha trazado “no es posible” porque no se ajusta a su “querer ser”, sino que es una imposición que l@ obliga a “ser” aquello que precisamente ha decidido “no ser”. La disyuntiva por la que pasan la gran mayoría de homosexuales y lesbianas está entre decidirse a ser para sí mism@, o seguir el juego social y comportarse en público siguiendo el patrón del “deber ser” que de ell@s se espera.

Si la persona se decide a vivir su vida en función de sí misma, hace entonces explícita su orientación sexual o rompe definitivamente con su grupo familiar como una manera de no confrontar la situación. Si se decide por no hablar al respecto, asume una vida totalmente “clandestina” que l@ puede llevar a convivir con su familia hasta bien avanzada su edad o incluso, hasta aceptar construir una relación formal heterosexual. Este último grupo, generalmente, es el que presenta un mayor conflicto para sus familiares y pareja, ya que est@s últim@s, por algunas situaciones, empiezan a notar “algo” que les es extraño; “Logran darse cuenta” de que algo está pasando en la otra persona, y esto genera el conflicto que desencadenará la negación total o la evidencia de la orientación sexual.

Qué hacer si usted piensa que su hij@ es Homosexual o Lesbiana.

Generalmente lo primero que se hace es precisamente aquello que no se debe hacer. Cuando las personas manifiestan algún tipo de amaneramiento de género que no se corresponde con su sexo, esto se identifica como la posibilidad de que la persona tenga una orientación sexual diferente a la heterosexual. En algunos momentos los padres no plantean interrogantes sino que toman determinaciones sobre la vida de su hij@. La persona generalmente se da cuenta de la contradicción que genera cuando, sin haber manifestado algún interés al respecto, se encuentra inscrita en un curso de un deporte considerado propio para su sexo, en las fuerzas militares o en otras actividades en las que necesariamente tendrá que asumir un comportamiento mas relacionado con lo que se espera de el/ella desde el “deber ser”. Otras personas, cuando logran darse cuenta, ya están en la consulta de un terapeuta profesional que la familia ha escogido para que le haga el dictamen sobre la orientación sexual de su hij@. En algunos casos más extremos, incluso, les llevan a tratamiento médico hormonal para masculinizarlos o feminizarlas según sea el caso. Esto suele sucederle también a personas que aun cuando siendo heterosexuales no se comportan dentro del modelo del “deber ser” para el género.

Si la persona no presenta amaneramientos de género se dificulta la «identificación social» de su orientación sexual, ya que desde el imaginario socializado se tiende a creer que toda lesbiana necesariamente tiende a ser “masculina” y que todo homosexual manifestará algún “afeminamiento”. En este caso, ante la falta de “evidencia”, la persona tiene que cometer “algún error” para que se dude de su “heterosexualidad”.

Todas estas actuaciones son consideradas por la persona como una agresión a su individualidad y generan conflictos, así la persona siga el juego planteado por la familia.

Un problema adicional, y algo diferente, se plantea cuando la persona en la búsqueda de consolidar su identidad de orientación sexual se autoriza a establecer algún tipo de contacto (afectivo, erótico o inclusive genital) con alguien del mismo sexo. Un solo contacto de este tipo, o incluso varios, no definen la orientación sexual como homosexual o lesbiana. Inclusive apoyan la construcción de una identidad como heterosexual, pero no dejan de preocupar a quienes lo hacen de esta manera.

Esta situación es aún más difícil para quienes en dicho intento fueron «descubiertos» por su padre, madre o alguna otra persona del entorno familiar o neofamiliar, ya que como desde el «deber ser» esto no se considera posible, la persona en cuestión queda «marcada», estigmatizada e incluso agredida por algo que en verdad no hizo y que si lo hibiera hecho, no debería ser el origen de una relación violenta con quienes se supone l@ aman y respetan.

Qué es Mejor, Preguntar o Quedarse Callad@

En el afán de conocer “la verdad” se suele realizar acciones que vulneran a la persona en cuestión. Por ninguna razón esculque, escudriñe, oiga llamadas, lea cartas... En otras palabras, no vulnere la privacidad de su hij@. Esto motiva una serie de desavenencias que en vez de crear las condiciones para el diálogo, lo entorpecen hasta el punto de llegar a manifestaciones físicas y/o verbales violentas, de las que posteriormente se arrepentirán, y que causarán un daño muchas veces irreparable.

La forma más común de tratar de dar respuesta a las dudas sobre la orientación sexual de l@s hij@s es hacer preguntas que no son directas, pero cuya respuesta se cree que resolvería la duda planteada.

Las preguntas “indirectas” más comunes suelen ser: ¿Cuándo piensas casarte?, ¿Por qué sólo te llaman hombres o mujeres?, ¿Por qué no te conocemos un novio o novia?, Porque no te compras un vestido en ves de vestirte como un muchacho?, ¿Por qué te vistes así si los otros hombres no lo hacen?, ¿Por qué te comportas de esa manera que no es propia de un hombre o una mujer?, ¿Por que juegas con muñecas si estas son para las niñas, o por que juegas con carros si eso es para hombres? ...

Estas preguntas motivan respuestas abiertas, es decir, frases cuyos contenidos son falsos, evasivos, o que pueden llegar a ser verdaderos, pero no necesariamente contienen toda la verdad. Generalmente, cuando se plantean dichos interrogantes es porque la persona aún no esta preparada para la oír la respuesta concreta y directa. En este caso no interrogue. El hacerlo pone en alerta a su hij@ y crea condiciones que dificultarán un dialogo posterior.

Las preguntas, si es que se realmente desea hacerlas, tienen que ser directas. Una pregunta directa y cerrada (es decir, de la que se espera que la única respuesta posible sea un sí o un no) pone en aprietos a la persona interrogada. Si lo que usted espera de la pregunta no es llegar a una confrontación sino al diálogo, entonces esta tampoco es la manera adecuada de preguntar.

En resumen, no haga preguntas si no esta preparad@ para la respuesta, cualquiera que ella sea. Antes de atreverse a preguntar, permítase tener de antemano posibles respuestas a los interrogantes que usted quisiera plantear. Si se decide a hablar con su hij@ es necesario que antes de formular cualquier pregunta se creen las condiciones para que la conversación no se torne violenta. Para ello, es conveniente haber pensado previamente cuál será su actitud ante una respuesta afirmativa. ¿Se desmaya?, ¿L@ felicita?, ¿Se pone a llorar?, ¿Le dice que toda la vida lo había sospechado y que l@ ama tanto que acepta cualquier situación siempre y cuando con ella sea feliz?, ¿L@ hecha de la casa?, ¿Se le ofrece como cómplice para ocultárselo al resto de la familia?, ¿Le dice que le molesta, pero que al fin y al cabo es su vida?, ¿Le propone que cuando desee expresar sentimientos relacionados con su afectividad lo haga fuera del entorno familiar?, ¿Le dice que si tiene una pareja, por nada del mundo la traiga a la casa? ...

Las respuestas o actitudes que usted tome pueden ser muchas y variadas, pero de ellas depende la posibilidad de entablar un diálogo respetuoso, o por el contrario, llegar a la violencia o la agresión. Una manera de evitar la confrontación es hablar con cabeza fría, intentando no alterarse y comprendiendo que lo que está en juego es la vida y futuro de su hij@. Por supuesto, hablar no es fácil, más cuando se tiende a creer que lo que la persona determina para sí misma le afecta no sólo a el/ella, sino a la familia, e inclusive a toda la parentela y hasta al vecindario.

Las madres y padres deben entender que cuando el eje de la conversación rompe la barrera de lo íntimo a nivel familiar, o si se llega a pensar que cualquier posibilidad de vida para su hij@ debe enmarcarse en el “deber ser” y en el peso que éste tiene para los demás, eso que usted pretende plantear como un diálogo es entendido por el/ella como una imposición, ya que los prejuicios se convierten en el eje conductor del supuesto acercamiento, y cualquier razón expuesta por el/la hij@ será interpretada por los padres como una burla a los principios familiares y sociales.

Entonces, qué hacer

Bueno, aceptar la orientación sexual de su hij@ no quiere decir que usted tiene que aprobar plenamente un estilo de vida con el que usted no está de acuerdo. Aceptarla implica tolerancia, y por supuesto respeto, pero estas dos condiciones deben darse desde los dos lados del “conflicto”. Así que, antes de interrogar, pregúntese usted mism@ qué haría si la respuesta fuera afirmativa, y determine en qué estaría dispuest@ a ceder y en qué definitivamente no. Por ejemplo, usted no tiene por qué aceptar que su hij@ tenga relaciones genitales con su pareja en el cuarto contiguo al suyo. Aun cuando esta pudiera ser también una alternativa, es probable que esto sea visto por usted como una falta de respeto por considerar que la sexualidad debe vivirse en la intimidad y que dicha situación le vulnera en sus principios. Si es así, diga directamente las razones que acompañan su decisión, pero entienda que si usted no está dispuest@ a ceder en nada, su hij@ entenderá que usted una vez más está tratando de imponerse y tratará como siempre de llevarle la contraria.

Este es tan solo un ejemplo, pero probablemente es la decisión más difícil de tomar, así que permítase plantearse muchas alternativas, los pro y los contra de cada una, pero no deje en ningún momento de pensar que todo lo que está haciendo o decidiendo es por el bien de sus mutuas relaciones de afecto, del de su hij@, y por supuesto, del suyo.

Una manera adecuada de iniciar la conversación es planteando de antemano que el amor es el motivo que induce y conduce el diálogo. Por supuesto, no es posible plantear el tema del amor si usted no ha logrado pensar en los duelos que pueden presentarse al ver sus imaginarios rotos. Probablemente ya no será abuel@ porque tampoco será suegr@ (tal y como socialmente se acostumbra) y menos aún, podrá organizarle su apartamento, la fiesta de despedida, prepararle el vestido de novia, ni muchas cosas más.

Igualmente surgirán algunos paradigmas; “¿será que mi hijo se convertirá en mi “hij@”?. Esta pregunta es muy corriente, porque se tiende a creer que todos los homosexuales quieren ser mujeres, serán transvestis o se dedicarán a la peluquería. Ésta no siempre es la alternativa; únicamente del 1% al 5% de los hombres homosexuales asumen conductas femeninas en su comportamiento cotidiano, pero no descarte del todo la posibilidad de que suceda, así le duela pensarlo. Con respecto a la profesión de su hijo, hay hombres homosexuales en todas las actividades laborales; se dice que en Colombia los hay desde Ex presidentes y senadores de la República hasta pordioseros. Y por supuesto, entienda que ser peluquero es una actividad tan respetuosa como cualquier otra, y que incluso puede llegar a ser la más rentable.

También se tiende a creer que toda lesbiana será algo masculina, pero este planteamiento igualmente es lejano de la realidad, lo uno y lo otro no necesariamente van juntos. Pero de la misma manera que en el caso anterior, es una de las posibilidades que existe para un porcentaje mínimo de ellas. Así que de todas formas es mejor pensarlo antes de tomar cualquier actitud o determinación.

Qué Hacer ante las Dudas de la Familia

Si usted es el hijo o la hija en cuestión, debería prepararse para que en algún momento se le plantee el tema. Así que prepárese para la confrontación. Piense que la mejor alternativa no es decidirse por mentir. Siempre proseguirá la duda y la pregunta se repetirá una y otra vez hasta que usted se decida a responder honestamente.

Nunca responda con respuestas que induzcan a la agresión. Una respuesta típica por supuesto es negarlo, pero otra respuesta usual es responder “¿Sí, y qué?”. Contestar así es como encender la mecha que dispara el juego. Los padres toman esta aseveración como un reto y entran fácilmente en la disputa. Si lo que usted quiere es mejorar la relación, acrecentar el conflicto no es la mejor manera de hacerlo. La respuesta asertiva y adecuada solo es posible desde el conocimiento que usted tiene de su familia, sus intereses e ilusiones, así que es mejor darle vueltas al asunto antes de que sea muy evidente la necesidad de la respuesta. Si usted descubre que mentir es la mejor alternativa entonces mienta, pero entienda que la duda ya está planteada y que tarde o temprano surgirá nuevamente el tema y que si entonces usted responde afirmativamente, entonces deberá explicar porque mintió antes.

Surgen entonces dos preguntas: ¿Es necesario decirlo a la familia?, ¿Cuándo es la mejor oportunidad para hacerlo?. Con respecto a la primera, yo creo que sí, que hay que hacerlo. Cuándo hacerlo depende sobre todo de que la persona esté segura de lo que quiere informar. Si usted habla del tema cuando sigue considerando la orientación sexual homosexual o lésbica como un problema, no dude en que así será entendida por sus allegados. Si usted lo hace cuando está totalmente seguro de que desea hacerlo, y que ésta es realmente la orientación sexual que desea para su vida, su propia actitud positiva se reflejará en la manera como habla al respecto.

Sin embargo, para dar a conocer su orientación, es conveniente apoyarse previamente en alguien que este preparad@ profesionalmente para hacerlo. No siempre l@s psicólog@s pueden manejar este tema con tranquilidad, así que es necesario buscar de antemano que la persona que lo va a asesorar tenga una actitud positiva al respecto. Piense además que igualmente sus padres pudieran necesitar hablar con un(a) profesional que los oriente adecuadamente. En algunos momentos, ell@s se sienten más tranquilos si saben que usted está siendo apoyad@ por personal idóneo. De cualquier forma entienda que informar o no hacerlo es una decisión eminentemente particular, que es su vida y felicidad la que está en juego, y que por lo tanto no puede ni debe dejar su decisión en manos de otra persona.

Respuesta a la Carta de una Madre Angustiada[1]

En agosto de 1995, la revista estadounidense New Woman publicó esta carta de una madre:

«Recientemente, mi hijo Ralph, de 19 años, nos informó a mi esposo y a mí que es homosexual. Aparentemente, sus fantasías y atracciones sexuales siempre han involucrado a hombres. Dice que sus intentos por tener relaciones sexuales con mujeres no han sido más que derrotas deprimentes. Mi esposo y yo nos sentimos devastados pues Ralph nunca se casará. ¿Deberíamos enviarlo a un psiquiatra para que lo ayude a hacerse heterosexual antes que sea demasiado tarde?»

Harriet Lerner, autora y psicóloga de la Clínica Menninger de Nueva York, responde así a esta madre desilusionada:

«Los padres de hijos homosexuales e hijas lesbianas a menudo experimentan choque, dolor e incredulidad antes de llegar a sentir una genuina aceptación de la realidad. Comprensiblemente, es doloroso para ustedes aceptar que su hijo nunca tendrá una vida convencional, así como verse obligados a revisar la imagen que tienen de su futuro.

«La orientación sexual no está siempre tallada en piedra. Pero cuando la preferencia sexual es sólidamente homosexual en alguien tan joven como Ralph, su orientación no cambiará. Si él siente vergüenza, culpabilidad o angustia, podría negar u ocultar sus pasiones, hacerse pasar como heterosexual y aun llegar a casarse. Si escoge este camino, también sufrirá depresiones, como ocurre con todas las personas cuando vivimos vidas falsas donde no hay espacio para satisfacciones.

«¿Querría Ralph visitar a un psiquiatra? Si así fuera, motívenlo a escoger un profesional que le ayude a reafirmar su homosexualidad. En su vida, Ralph merece tener amor, dignidad y respeto por sí mismo. Esto podría no ocurrir si las personas importantes que lo rodean son incapaces de aceptar su orientación y tratan de cambiarlo a toda costa.

«Todas las personas podemos interiorizar los mensajes que la sociedad nos envía, en el sentido de que la homosexualidad es vergonzosa, mala o una enfermedad. Es importante saber que la homosexualidad es tan ‘normal’ como la heterosexualidad. Esto significa que hay tantas personas ‘locas’ como las hay cuerdas en ambos grupos. Los padres y madres no ‘provocan’ la homosexualidad en sus hijos o hijas, de modo que no deben sentirse responsables. Además, no están solos. Se estima que, solamente en los Estados Unidos, hay unos 25 millones de homosexuales y lesbianas. Son, por definición, hijos e hijas de 50 millones de padres y madres.
«Ralph no necesita que su homosexualidad sea convertida en patología. Pero sí necesita que su familia y sus amistades estén a su lado y lo apoyen. El derecho a ser diferentes y a ser quienes realmente somos, es el derecho más precioso que todos y todas poseemos».

[1] Si su hijo o hija es homosexual o lesbiana; Diario La República (Guatemala); Traducción Laura E. Asturias; Abril 8 de 1996.

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