jueves, 27 de diciembre de 2007

El debate que aparentemente perdimos

Manuel Velandia Mora
Oficina de prensa
29.08.2003


“Enfermos”, “anormales”, “engendro divino”, “el tercer sexo es el culo”, “tienen todos los derechos”, “lo que desean es tener privilegios por ser así”, “quieren que aprobemos esto para que después aprobemos la pedofilia, la zoofilia y la necrofilia”, “pronto querrán que la homosexualidad sea obligatoria”; estas y algunas otras expresiones similares se oyeron de los representantes del pensamiento conservador en la discusión del proyecto de Ley de parejas del mismo sexo, recientemente llevada a cabo en su segunda vuelta en el Senado de nuestra amada Colombia.

También pudimos darnos cuenta que para discutir leyes civiles a dichas personas les fue difícil ingresar en las explicaciones de tipo lógico y por tal razón, sus argumentos siempre fueron bastante emocionales basados en conceptos extraídos de la ley divina, la ley natural y la ley moral. En muchos momentos parecía que se discutieran dos proyectos paralelos y que uno de ellos, precisamente por el que nosotros no luchábamos, fuera un proyecto de matrimonio entre personas del mismo sexo que incluía la creación de un nuevo tipo de familia y la posibilidad de la adopción.

Para algunos, el debate pareció enfrentar los partidos liberal y conservador, pero la discusión no fue en sí una pugna de partidos; sin embargo, lo que siempre estuvo en juego fue la contradicción, por un lado, entre quienes defienden el status quo desde el pensamiento tradicional lineal y por el otro, quienes se reconocen en un pensamiento liberal, ya sean miembros del Polo Democrático, el MOIR, el Partido liberal o senadores independientes. Para los primeros la familia heterosexual, el comportamiento machista, sexista y falocrático, y lo que parecen asumir las mayorías como el “deber ser” de las relaciones afectivas y genitales entre los seres humanos son los argumentos desde los cuales debe vivirse la vida cotidiana; para los otros y nosotros mismos, la vida es una experiencia en el ejercicio de la autodeterminación y la conciencia de sí, en el que cada persona determina para sí el estilo de vida que desea llevar y el tipo de orientación sexual que desea experienciar.

El debate debe entenderse como una ganancia para las minorías sexuales. El tema ha sido y sigue siendo discutido plenamente por los medios masivos de comunicación; se nos permitió conocer cómo los partidos políticos están en contra o a favor de las minorías; se nos posibilitó reflexionar sobre si nosotros mismos realmente estamos preparados para la vida en pareja, permitir que nuestras parejas sexuales nos hereden, y si estaríamos dispuestos a lograr una separación con nuestra pareja, de tal forma, que sea beneficiosa para ambos; además, logramos darnos cuenta de que con las lesbianas son muchos más los elementos que nos unen que los que nos separan, ya que tanto ellas como nosotros somos sujetos de estigma, violencia, discriminación, exclusión y separación social.

El proyecto de ley es además una posibilidad de pensarnos comunidad, para reforzar la importancia de trabajar conjuntamente, unir fuerzas y sobre todo, darnos cuenta que no somos ciudadanos de segunda clase y por tanto, debemos participar políticamente para construir espacios de convivencia solidaria y democrática.

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