Manuel Velandia Mora
Oficina de Prensa
Velandia al concejo de Bogotá
Una de las situaciones que más ha llamado la atención de expertos y legos es que en la discusión que han dado los detractores en torno al Proyecto de Ley de parejas homosexuales se han quedado en la discusión moral. Moral y ética son diferentes.
La moral hace referencia al comportamiento de las personas que está expuesto al juicio del bien y del mal, y la ética es una disciplina que emplea una metodología rigurosa para llegar a una determinación críticamente defendible de la forma en que se comportan las personas. De estas definiciones se desprende que la discusión no se plantea desde la ética porque no tiene la rigurosidad exigida y que como lo que está en juicio no es el comportamiento de los homosexuales sino sus derechos. La discusión debe estar en el plano de la política, y de fondo legal y de Derechos Humanos, temas que en ningún momento han pasado a ser los ejes de la misma.
Tanto en los debates televisivos, como en aquellos publicados en la prensa escrita y la radio se hace evidente que no tienen una posición moral clara y única con respecto al proyecto, que los argumentos esgrimidos son poco consistentes, que algunos de los firmantes tienen poca convicción y que, en muchos casos, ni siquiera han leído la propuesta que plantea el proyecto. A lo anterior se suma el golpe de gracia dado por su más importante firmante, el ex Presidente Turbay Ayala, quien ha dicho públicamente y en carta al presidente del Senado, Luis Alfredo Ramos “Al firmarla, no tuve ningún otro propósito que el de llamar la atención sobre una materia que requiere concienzudo estudio” y afirma más adelante: Hoy existe una más clara conciencia sobre el alcance del citado proyecto de ley.
No es mi intención comprometerme en una descomunal cruzada contra las conquistas legales de las parejas de un mismo sexo, y no pienso que en estas materias se deba regresar a las etapas de la intolerancia, como tampoco que se deba caer en una equivocada interpretación de modernismo.
La falta de argumentos se nota a leguas, en el cierre de la citada carta, cuando dice “Con respecto a la invitación a participar en una sesión informal del Senado de la República sobre el proyecto en referencia, me permito informarle que he decidido excusarme de aceptarla, pues no tendría nada que agregar a lo expuesto en esta carta”.
Afirma José Galat Rector de la Universidad La Gran Colombia en la discusión con Velandia publicada en La Revista del Espectador el domingo 24 de noviembre : "El proyecto… es fruto de presiones internacionales e ingerencias foráneas del imperialismo antidemográfico… el homosexualismo es por definición infecundo, la infecundidad y la esterilidad atentan contra la estructura demográfica de la sociedad, impiden que el relevo generacional se produzca normalmente n la sociedad, entonces la consecuencia va a ser la senilización de la sociedad como está ocurriendo en Europa y que pocos activos tengan que trabajar para sostener a tantos inactivos.
Deseo retomar este argumento de Galat, tema que también salió a flote en el Debate realizado en la Noche de RCN Televisión, porque parece ser la última jugada de los contradictores en un debate que cuando pretende ingresar en las esferas en las que realmente debiera discutirse se diluye porque se les hace imposible pasar del análisis doctrinal planteado desde el sentido común a argumentos científicos, éticos y de derechos humanos.
La homosexualidad ha existido desde siempre. Aparentemente el número de homosexuales ha crecido ahora, pero no se considera que sean porcentualmente más (es decir, que de cada cien personas ahora haya un número mayor), sino más bien que ahora son mucho más visibles. Las investigaciones demuestran que el número de homosexuales oscila entre el 4 y el 7% de la población de hombres y la lesbianidad entre el 2 y el 4% de las mujeres, aun cuando de ellas poco se habla, ya que ellas siguen siendo igualmente desconocidas.
Que haya o no una ley de parejas no va a incrementar ese número; de hecho no se ha incrementado en los países en que ya hay leyes positivas. Es cierto que en las principales ciudades esa concentración es mayor en razón a que el desplazamiento forzado, la discriminación e incluso la autodiscriminación los lleva fuera de sus lugares de origen hacia ciudades más grandes en donde pueden pasar desapercibidos y así posibilitarse estar siendo más acordes con su identidad de orientación sexual, pero en la medida en que en los grandes conglomerados urbanos se incrementa la proporción, en las pequeñas poblaciones disminuye en la misma proporción.
Dice Galat, y lo sostienen algunos otros integrantes de su grupo y de fuera de él: “Los derechos humanos bienvenidos como personas humanas, pero no nos vengan con el cuento de que a la sombra del derecho a ser diferentes podemos tener actitudes contrarias a la ecología humana, contrarias a la comunidad, porque eso destruye totalmente la posibilidad de la convivencia civilizada”, a lo que añaden “amamos al pecador pero no aceptamos el pecado”.
¿Qué es la Ecología Humana? Es el estudio científico de las relaciones, en tiempo y espacio, entre la especie humana (Homo sapiens) y otros componentes y procesos de los ecosistemas de los cuales forma parte. Su objetivo es conocer la forma en que las sociedades humanas conciben, usan y afectan el ambiente, incluyendo sus respuestas a cambios en tal ambiente, a los niveles biológico, social y cultural.
Al hablar de ecosistemas estamos planteando la sociedad y la cultura como sistemas. Uno de los principios de la Teoría de Sistemas es la circularidad, es decir todos y todas estamos interrelacionados y estamos siendo permanentemente interafectados e interinfluenciados, e igualmente sucede en la relación con el entorno. La homosexualidad hace parte de la cultura y el hecho de que se reconozcan unos derechos no quiere decir que el cambio ecosistemico sea tan consistente como para cambiar el rumbo de la sociedad.
En aquellas sociedades como la alemana, la inglesa, la holandesa, la francesa o la española, las relaciones sociales en las que existen leyes positivas en torno a los derechos de los homosexuales y lesbianas, no solo han experimentado un proceso democrático sino que además ha mejorado la convivencia al disminuirse el sexismo, la homofobia, el estigma y la discriminación como también una mayor participación social de los homosexuales, lo que ha generado como respuesta una consolidación de la convivencia y de la misma comunidad.
La convivencia más civilizada es la convivencia democrática, y esto significa necesariamente una convivencia en la que todas y todos podamos gozar de los mismos derechos y participar con las mismas oportunidades. Una sociedad en la que hay ciudadanos de segunda no puede definirse democrática. La común-unidad, principio de la doctrina cristiana se basa en el principio del amor y tal como lo dice el texto bíblico, el amor es compasivo, el amor es servicial, el amor no tiene envidia, el amor no busca el mal. No se puede plantear el concepto de la comunidad negando el principio del ejercicio del amor y menos aún nos podemos afirmar cristianos sino aceptamos al otro como a nosotros mismos.
El Catecismo Católico acepta a los homosexuales, por tanto se puede ser homosexual pero no acepta el ejercicio de la genitalidad. Ser homosexual es ser homodeseante, homoerótico, homoafectivo, homogenital y tener una identidad particular de homosexual, por tanto no se puede ser homosexual si se niega de plano el ejercicio que nos permite estar siendo homosexuales. Si yo como ser humano soy lo que estoy siendo y soy un ser integral no puede separarse en la relación conmigo o en mi reconocimiento y aceptación lo que hago (pecado) y lo que estoy siendo (pecador).
Escindirme de esa manera es negarme la integralidad y ponerme en el plano de la racionalidad negando que nuestra integralidad se fundamenta en que somos emocionales, racionales y operacionales. Al negar la genitalidad se vulnera nuestra integralidad, ya que de plano se afecta nuestra emocionalidad, razón por la que se incrementa tanto el numero de suicidios en jóvenes homosexuales cristianos, como el ejercicio pleno de la doble moral, a la que algunos se ven obligados, lo cual es bastante frecuente entre cristianos del corriente e incluso entre sus más elevadas jerarquías.
Afirmar que constitucionalmente tenemos los mismos derechos, cuando se hace evidente que se presentan en las relaciones sociales situaciones que de hecho sí afectan la convivencia, el principio de la comunidad y por tanto, la ecología humana, es entender que la Constitución de nada nos sirve, o reconocer que sólo en la medida en que todos seamos realmente iguales y tengamos los mismos derechos, será posible el ejercicio pleno de los derechos fundamentales, ya que si por el hecho de ser humanos somos seres sexuados y por tanto vivimos y nos hacemos en la sexualidad, los derechos humanos son necesariamente derechos sexuales.
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