El Tiempo
Pagina Editorial
2002-03-08
En medio de esta feria de avales y enfrentados a un enmarañado tarjetón, presentamos a consideración del lector una lista de posibles candidatos a la Cámara, definida con criterios no partidistas ni de simpatías, sino de propuestas y desempeño en el pasado. Son ellos en estricto orden alfabético: - Rafael Amador (189) - Armando Benedetti (251) - Roberto Camacho (348) - Daniel Castellanos (221) - Sandra Ceballos (241) - Sonia Durán (186) - Rafael Guzmán (226) - Germán Navas (252) - Gina Parody (376) - Gustavo Petro (330) - Luis Fernando Ramírez (225) - Poncho Rentería (384) - Venus Albeiro Silva (386) - Álvaro Soto (273) - Lucía Tarazona (335) - Germán Varón (282) - Manuel Velandia (144).
En las elecciones del domingo, los bogotanos están ante el reto de hacer extensivo al resto del país el ejemplo que vienen dando con la elección de sus gobernantes. De un tiempo para acá, la capital ha escogido, por encima de las maquinarias y de las promesas vacías, a alcaldes como Jaime Castro, Antanas Mockus y Enrique Peñalosa.
La ciudad ha entendido la importancia de esta decisión y ha votado con plena conciencia por la importancia que tiene esta cita con la democracia. La prueba es que los resultados están a la vista y hay un creciente sentido de pertenencia de los bogotanos. Pese a que aún hay mucho por hacer, nadie duda de que Bogotá ha mejorado dramáticamente. TransMilenio, ciclovías, parques, programas de vivienda social, desmarginalización y ampliación de la cobertura en educación, salud y servicios públicos son logros de una ciudadanía que cada día deja menos lo público en manos de los políticos para apropiárselo ella misma.
Bogotá hace rato dejó de elegir barones electorales a la Alcaldía para escoger líderes a los que exige cuentas y vigila. Ese voto de opinión, premisa básica de la democracia participativa, se ha afianzado en la capital, pero lamentablemente aún no se traduce en una representación política de peso en el Congreso.
El balance hecho por el proyecto Congreso Visible muestra que es opaco, por decir lo menos, el desempeño de los representantes a la Cámara elegidos por Bogotá hace cuatro años. Muy temprano, algunos cedieron sus curules a reemplazantes, que dejaron mucho que desear. Otros permanecieron al margen de los temas que preocupan a los bogotanos. Y no pocos se dedicaron más bien a cuidar sus clientelas electorales a la vieja usanza, antes que a representar las necesidades de sus electores.
Las excepciones se cuentan con los dedos de la mano. No existe en el Congreso una 'bancada bogotana' , como la tienen los costeños o los antioqueños. La mayoría de las veces, la capital queda desamparada en los debates decisivos, y aunque se la acusa injustamente de centralista, no se le retribuye en equidad en las transferencias que hace la Nación y se la castiga por sus éxitos y el manejo pulcro de sus recursos.
Temas como las transferencias, la financiación de la ampliación de servicios de transporte, salud o educación, raramente tienen el apoyo unánime de los parlamentarios elegidos por Bogotá. La responsabilidad también la tienen los electores, pues los bogotanos no les han exigido cuentas a quienes dicen representar sus intereses. ¿Dónde quedaron los cientos de miles de votos depositados por 'fenómenos' como María Isabel Rueda, Sergio Cabrera, La Negra Grande, Carlos Moreno de Caro y hasta Íngrid Betancourt, la mayoría de ellos muy inferiores a sus promesas?
De ahí la necesidad de que la ciudadanía sea más exigente a la hora de escoger a sus representantes legislativos. Estas son las elecciones más importantes en muchos años, pues sobre el tapete está el futuro, no solo de la capital, sino del país. Bogotá tiene derecho a reivindicar en el Congreso sus necesidades y, sin perder de vista las del conjunto del país, enviar a los mejores a defenderlas.
Presionar a los elegidos para que funcionen como bancada en temas trascendentales, someterlos al mismo escrutinio crítico que al Alcalde y su administración, poner el grito en el cielo contra el vicioso carrusel de segundos y quintos renglones y, sobre todo, repasar con lupa qué planes tienen los candidatos para la capital, es imperativo.
Bogotá elige 18 representantes a la Cámara y un número importante de senadores. Hay que escogerlos y vigilarlos como si estuviéramos eligiendo 18 alcaldes, y de no cumplir con sus promesas con la ciudad, castigarlos más adelante con el poder del voto.
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