miércoles, 28 de enero de 2009

No es amor, es oxitocina

Por Manuel Velandia
España, enero de 2009

Recientes investigaciones científicas que centran los procesos afectivos en el cerebro y los efectos de ciertas substancias químicas.

Siempre nos hemos preguntado ¿Por qué nos enamoramos? Algunos creen que el corazón tiene razones que la misma razón desconoce, pero los más recientes estudios sobre el cerebro realizados por el profesor Larry Young, de la Universidad Emory de Atlanta, en Estados Unidos y publicados la Revista Nature, han concluido que el amor obedece, muy seguramente, a procesos neuroquímicos que suceden en áreas específicas del cerebro.

Los experimentos de Young han demostrado que la aplicación de un spray conteniendo la hormona oxitocina cerca de la nariz de la persona sujeto de investigación, aumenta su confianza en el otro. Young considera que el amor “es una reacción química. Al menos en las ratas, sabemos que si uno toma una hembra, la pone junto a un macho e inyecta su cerebro con oxitocina, ella intentará rápidamente vincularse con el macho”. Por otro lado, los hallazgos de Peter Klaver, de la Universidad de Zurich, sugieren que la hormona, de alguna manera, refuerza las redes neuronales del cerebro implicadas en la memoria social, pues favorece la recordación de imágenes.

Ya no necesitará de afrodisíacos naturales, sino que los científicos desarrollarán afrodisíacos químicos que harían que nos enamorásemos de la persona que apareciera frente a nosotros justo después de la medicación. Si se es lesbiana u homosexual habría que tener cuidado que ésta fuera de nuestra misma opción sexual para evitar problemas. La ventaja del uso de las oxitocinas estaría en que aquellos/as que se enamoran de quien no deben, se les podría administrar un antídoto contra su amor inadecuado.

Incluso se podría llegar a realizar un "test del amor" para saber si dos personas están predispuestas a tener una vida en común feliz.

El doctor Young no cree que “la manera en que una madre quiere a un hijo sea tan diferente del amor que una madre chimpancé siente por sus crías, o incluso una rata”, en otras palabras, nos quiere decir que no hay muchos aprendizajes en eso del amor, pues “nuestras emociones han evolucionado de comportamientos y emociones que provienen del reino animal”, recordemos que muchos estudios han probado que los animales también se relacionan con otros del mismo sexo.

Lo anterior es importante porque los científicos han descubierto que en los animales una sustancia química, la oxitocina, es la responsable de desarrollar el vínculo entre la madre y su hijo; y según Young es muy posible que el mismo proceso suceda en los humanos. Sin embargo para este investigador “lo que sucede es que cuando experimentamos esas emociones, son tan intensas que no podemos imaginar que se trata tan sólo de una serie de procesos químicos”, y que lo mismo nos sucede a los humanos.

La oxitocina es la responsable del fuerte vínculo que dura durante un largo tiempo en los animales en convivencia; en humanos la oxitocina incrementa la confianza y la habilidad de comprender las emociones en los otros, por lo que Young considera que “el mismo tipo de molécula está involucrada en fortalecer los vínculos entre las personas” y que hay otras sustancias químicas que igualmente son responsables de fortalecer ese vínculo, que se deben estudiar, ya que “hay cientos de moléculas de señalización que actúan en áreas diferentes del cerebro”.

De lo anterior se desprende que “el amor depende tan sólo de sustancias químicas”; a pesar de ellos igualmente reconoce que “las mujeres que han experimentado abuso o negligencia al inicio de su vida tienen unos menores niveles de oxitocina en el cerebro”, por lo que para Young “las vivencias tienen un impacto importante en nuestra habilidad para las relaciones, aunque ese impacto ocurre a través de cambios en la neuroquímica y la expresión genética”.

En resumen, “la oxitocina agudiza la visión y aumenta nuestra habilidad de reconocer emociones en otros” y “podría mejorar nuestra habilidad para formar relaciones, así que existe la posibilidad de que la oxitocina sea usada junto con terapias matrimoniales para devolver la chispa a una relación”. Recordemos que comercialmente ya se consiguen perfumes que contienen oxitocina, pero según Young los niveles de oxitocina deben ser mucho más elevados que los hasta ahora utilizados, para que realmente funcionen como afrodisíacos.

Nick Bostrom, de la Universidad de Oxford, cree que en un futuro será posible modular los mecanismos neurológicos que juegan un papel en el vínculo amoroso, “utilizando sabiamente este tipo de fármacos se podría mejorar la experiencia humana y mitigar el sufrimiento innecesario”. Como afirma este investigador “este tipo de manipulación planteará una serie de cuestiones éticas y culturales, que deberán ser exploradas cuidadosamente”.

Mientras tanto, deberíamos estar alerta a que nuestras oxitocinas no nos conduzcan por caminos insospechados en los que cualquier sapo verde se convierta, por sus efectos, en príncipe azul o cualquier “bella durmiente” se nos transforme fácilmente en princesa fucsia. Por otro lado, recordemos que lo que los anuncios de ciertos perfumes nos prometen, no funciona apropiadamente y en cambio si se nos convierte en gasto aquello que pensábamos como inversión.