jueves, 20 de diciembre de 2007

Las minorías sexuales se debaten entre la política y el servicio

Manuel Velandia Mora
Oficina de prensa
6 de agosto de 2003


Es evidente que las minorías sexuales no existen para l@s polític@s tradicionales, sin embargo, no puedo dejar de contar que me sorprendió la aceptación que en el pasado Congreso del Partido Liberal colombiano tuvo en plenaria mi propuesta de que las minorías sexuales fueran contempladas en los estatutos del partido como parte de los “sectores sociales” y de que en los documentos oficiales del este se utilizara lenguaje de género.

Con base en la propuesta de Velandia, la Junta Directiva del partido liberal expidió la Resolución Nº 724 de 2003, en la que se habla de los criterios de inclusión en las listas únicas del partido liberal y "por la cual se reglamenta la conformación de listas únicas del Partido Liberal Colombiano a las Juntas Administradoras Locales, Concejos Municipales, Concejo Distrital de Bogotá y Asambleas Departamentales, para las elecciones que se realizarán el 26 de octubre de 2003". Según la resolución, en la integración de las listas para diputados, concejales y ediles, deberán estar representadas las mujeres, las organizaciones sociales y las minorías. Haciendo explícito que en las circunscripciones cuyos concejos estén integrados por más de quince (15) miembros se deberá garantizar un cupo para las minorías sexuales.

Para el consejo se propusieron la lesbiana Claudia Marisol Buitrago Saavedra en Palmira (Valle) y los homosexuales Aroldo Pinedo en Santa Marta, Humberto Tobón en Medellín y Manuel Antonio Velandia Mora en Bogotá.

Una pregunta que los mismos homosexuales y lesbianas se hacen es por qué las minorías sexuales deben participar en política. Yo respondería que la razón es porque la sexualidad es un hecho político que se construye en los procesos sociales y la cultura. Las homosexualidades, lesbianidades y otras expresiones sexuales son motivo de exclusión social, estigma, discriminación, violencia, amenazas de muerte, desplazamiento forzado e incluso de asesinatos y atentados, como el que yo recibí en contra de mi vida en las pasadas elecciones.

La sexualidad se vuelve un hecho político cuando la Iglesia toma posición e induce a los políticos católicos a manifestarse en contra de los derechos civiles de las parejas del mismo sexo o cuando grupos derechistas y conservadores pagan paginas completas en los periódicos de amplia circulación para manifestar su descontento y oposición a proyectos como el que la Senadora Piedad Córdoba puso en discusión en el Congreso de nuestra republica de Colombia.

Como minorías sexuales estamos obligados a participar políticamente para alcanzar en plenitud nuestros derechos civiles, para gozar plenamente y con calidad de la salud (recordemos que uno de cada cinco homosexuales vive con el VIH/sida en Bogotá), para mejorar nuestras condiciones de convivencia ciudadana, más aún cuando en el distrito capital las personas sienten tanto temor de vivir cerca de un guerrillero, un paramilitar o un ladrón que de una persona viviendo con sida o de un homosexual.

Como minorías sexuales no somos ciudadanos de segunda y como sujetos de paz debemos entender que una manera de no serlo es asumir plenamente nuestros derechos legales y constitucionales tales como la posibilidad de elegir a nuestros servidores públicos.

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