domingo, 9 de diciembre de 2007

Relación VIH/Sida-drogadicción, algunos elementos a considerar en ella

Manuel Velandia Mora

Agosto, 1996
Publicado en el libro "Desde el cuerpo: Una caracterización del riesgo y la vulnerabilidad de los y las menores es Explotación Comercial Sexual en la Zona Centro de Bogotá", UNDCP- Naciones Unidas, DAPC- Programa japonés de prevención de la drogadicción, Fundación Apoyémonos. Bogotá. 1996.

Dentro de las metas y perspectivas que se plantearon en la investigación implementada con menores (7 a 18 años) vinculados a prostitución en la Zona Centro de Bogotá, en la Investigación denominada “En la jugada” (1996) se concibió una serie de talleres en torno al cuerpo y la sexualidad; en ellos los participantes tuvieron la oportunidad de hacer una reflexión acerca de las diferentes percepciones y conceptos que tienen sobre sí mismos, sobre su corporeidad, sobre la vida, los elementos componentes de su sexualidad y la forma como se han relacionado con otros.

La aplicación de éstos, aunada a los elementos que había arrojado la primera parte de la investigación, mostró que el consumo de drogas está ligado a la autopercepción del menor. Así al momento de decidir consumir algún tipo de substancia, lo que los chicos pensaban sobre sí, sobre su cuerpo, sobre su ser, actuó como un determinante. Varios de los jóvenes con los que se trabajó y que consumían más de cuatro substancias, denotaron en las actividades de los talleres situaciones en las que demostraron que les importaba muy poco su aspecto físico, o el cuidado del cuerpo.

Los menores vinculados a prostitución se encuentran ante el dilema entre el autocuidado y lo que ellos consideran como “bueno para su vida”. Conciben entonces las dos alternativas como contrapuestas y excluyentes, porque aunque conocen el tipo de riesgos a que los expone esta labor, el sentido de subsistencia y las necesidades económicas los obliga a hacer caso omiso de lo que “debería ser” y actuar con un sentido más práctico en la vida. Sin embargo, el menor al hacer una reflexión en torno a su existencia y el valor que le da a su vida, (una vez descubre que hay alternativas para él), inicia un proceso de autovaloración, que le propicia una nuevas posibilidades con respecto a su cuerpo y su salud.

Tan solo en el momento en que él se asume como eje de su existencia, puede darse la oportunidad de pensarse en otros espacios. Esta reconstrucción, le hace entender que vivir es una experiencia que vale la pena.

Es entonces cuando ellas y ellos pueden retomar de su historia momentos que han sido dolorosos, instantes en los que ha sido vulnerado y ha vulnerado a otros y determinar alternativas donde se permite el perdón, de iniciar nuevos caminos, de trazar nuevas rutas y disponerse para el autocuidado, asumiendo que la prevención si tiene sentido, porque hay alternativas para vivir.

El trabajo sobre la valoración a través de la recuperación del cuerpo permite una doble posibilidad preventiva ante drogadicción y SIDA, ya que los menores descubren los efectos que las substancias psicoactivas y las ETS, el HIV/SIDA han causado en ellos. Este re-evaluar les posibilita (a partir de una nueva actitud ante el cuerpo) asumirse vulnerables, entendiendo la necesidad de sentirse saludables. Aún en el caso de quienes viven con HIV/SIDA, el cuerpo preparado para la vida y la salud, les permite pensarse en una existencia positiva, y prepararse para manejar adecuadamente las posibles molestias que la infección y la enfermedad les pueda causar.

A través de los ejercicios físicos que implican una gran movilidad, elaboran una reflexión acerca de las posibilidades de su cuerpo, antes y después de consumir determinadas substancias. Las anécdotas sobre su vida en la calle, les recordaron situaciones en las que los efectos de la droga fueron nocivos, como en el caso en donde se percibió una disminución sustancial de su capacidad motriz, notada en la pérdida de agilidad y velocidad, y actos reflejos, por ejemplo, cuando fueron alcanzados por un policía o alquien a quien intentaron robar. Otros expresaron “perder” momentos que pudieron ser importantes en su vida.

Notamos entonces, que para algunos referirse al tema de la droga representaba dos tipos de situaciones: por un lado se recordaban algunos eventos placenteros y momentos de relativo disfrute, pero por otra parte, se traían a colación experiencias negativas al sentir que en algunos casos, se habían perdido las nociones de tiempo y espacio, y se habían llevado a cabo agresiones incluso a sus seres queridos y sus compañeros. Al recordar los momentos en que se estaba bajo el efecto de drogas, también se revivieron las llamadas “trabas malucas” con sus respectivas reacciones de ansiedad y explícito miedo. Algunos de los jóvenes habían interiorizado (como parte de un tratamiento impuesto) que el omitir el tema era la mejor alternativa para superar el problema de la adicción. Al encontrar un espacio para expresar lo positivo y negativo de su experiencia frente al consumo, se encontraron con que el problema lejos de ser superado, solo se hallaba momentáneamente omitido y se manifestaba con mayor fuerza.

Otra situación derivada del consumo de drogas y relacionada con situaciones de riesgo en torno al HIV/SIDA, estuvo determinada por la pérdida de la perspectiva de lo que el individuo considera “valioso”. Aunque en la mayoría de los casos se coincidía en que la vida y la salud eran importantes, muchos de los jóvenes manifestaron que en los momentos en los que tenían contactos genitales con clientes y se encontraban bajo el efecto de alguna sustancia, no pensaban en el uso del preservativo como un elemento imprescindible para la relación. En casos frecuentes, esta situación lejos de propiciar una preocupación por la ruptura de los preceptos normativos del individuo con respecto a sus propios valores, generó un deterioro paulatino de los mismos y por lo tanto de las actitudes que éste tomaba frente a su cuerpo y su ser.

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