Manuel Velandia Mora
Diciembre 1 de 1999
Fundación Apoyémonos
A Luis Caballero y Lorenzo Jaramillo, dos renombrados pintores colombianos, se les tiene muy presentes en la actualidad debido a los aportes que en vida realizaron al arte colombiano, pero pocos recuerdan que murieron con sida; se recuerda mas fácilmente al actor norteamericano Rock Hudson o al cantante Freddy Mercury de Queen porque son estrellas del cine y de la canción, y sus casos fueron muy sonados. A Wilson, Jorge y Victor, nombres del común, los recuerdan en sus familias y algunos de sus amig@s, y también yo, de manera particular, porque fui pareja de cada uno de ellos en algún momento de mi vida. De Wilson, su familia supo que murió con sida. De los otros dos, sus familias no conocieron la información o prefirieron no darse cuenta.
El Ministerio de Salud calcula que en Colombia hay 210.000 personas infectadas, de ellas por lo menos el 30% son hombres homosexuales. En Bogotá, según afirman las estadísticas, tenemos el 37% de los casos. Una reciente investigación de la Liga Colombiana de Lucha contre el Sida concluye que uno de cada 6 homosexuales en Bogotá vive con el virus VIH con el sida y además afirma que no hay diferencias significativas entre quienes tienen una pareja estable y los que tienen por pareja a los maridos de los demás, a los solteros o a quienes llegan a hacer turismo sexual a la ciudad. Estas cifras, sin embargo, parecen tan lejanas que no nos dicen nada.
Recordar que en Bogotá, desde 1982, han muerto más de tres mil homosexuales puede parecer un numero insignificante, pero para quienes somos viudos del sida un solo muerto es demasiado. También lo fue que murieran nuestros mejores amigos, familiares, compañeros del trabajo, la escuela, la iglesia, la rumba, el barrio. En algunos momentos nos entristeció que murieran algunos con quienes tiramos alguna vez, otros con quienes nos pegamos un pajazo, y algunos otros a quienes deseamos y no pudimos concretar, pero estos duelos a algunos no los motivaron a cuidarse o a cuidar a los demás. Por eso muchos miles más morirán.
Siempre pensamos que el sida no nos va a afectar, incluso ahora que hay medicamentos, así no sean la cura, las costumbres se han relajado nuevamente y a muchas personas ya no les preocupa infectarse o infectar.
Si una persona sabe que está infectada e infecta a alguien, o simplemente intenta hacerlo y es denunciada, puede ser condenada y encarcelada por el delito de propagación epidemia publica, con sentencias que oscilan entre los cinco y ocho años. Pero aún bajo el principio de que es delito infectar o intentar hacerlo, las personas siguen tirando sin protección.
No todos tienen acceso a medicamentos, no todos conocen que la ley les protege su derecho a la salud, no todos hacen valer sus derechos y no todos los que reciben sus medicamentos se los toman adecuadamente, pero todos sí seguimos tirando porque reconocemos que haciéndolo lo pasamos muy bien. Por supuesto, no hay que dejar de hacer el amor; que el 98% de las infecciones sean por vía sexual no significa que debamos abandonar nuestra genitalidad en esa misma cantidad. No podemos negar que hacer el amor mejora el ritmo cardiaco, que es mejor ejercicio que ir al gimnasio, y que es más saludable que salir a trotar. Pero así como nos puede arrollar un auto durante nuestra caminata matutina, tener sexo sin protección en estos días es como lanzarse con los ojos vendados a una autopista de alta velocidad.
Algunos consideran que menos de medio milímetro (que es lo que tiene de espesor la pared del condón), pueden separarlos de las personas que aman, pero olvidan que al colocarse un condón se gana en erección y se tiene más tiempo antes de eyacular, pues están diseñados para aumentar el placer y no para enfriarlo. Piense por un momento que en la batalla contra el sida no participan todos los que debieran participar, que el enemigo no es quien vive con el VIH o con el sida, que algunos soldados mueren en nuestros brazos y que otros, que debieran serlo no están interesados en luchar. Usted, lector de esta página, es una persona muy importante para el mundo, para su familia. Apoyémonos nosotros mismos para que esta guerra no la perdamos y para que a los seres más queridos no les demos más motivos para llorar.
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