Manuel Velandia Mora
01.09.99 Bogotá
Qué significa ser hombre, es un interrogante que últimamente me he venido planteando, pero también es una pregunta que he tenido que plantearme, y lo he hecho, porque muchos de los cuestionamientos a hombres homosexuales por personas de muy diversa preparación intelectual, tienen que ver con el rol social del hombre o más concretamente del macho.
Por ejemplo, cuando algunas personas desean saber si el interlocutor es homosexual o no, la pregunta no es directa, simplemente se pregunta: ¿Usted es hombre o no? Pareciera entonces que ser hombre es ser heterosexual y que, en contraposición, ser homosexual fuera ser mujer. De ello se desprende que, lo que le da el carácter de hombre, es tener un falo y utilizarlo, y que ser mujer, más que tener una vulva, es tener un hueco y que lo que la hace mujer es el acto de ser penetrada.
La cultura falocrática
Este pensamiento es continuamente reforzado en los procesos de endoculturación de la sexualidad. En algunas regiones del país (la costa atlántica y los santanderes) y por supuesto también en otros países, es fácil oír aseveraciones tales como “se es más hombre en cuanto más mujeres se haya penetrado”, llegando incluso a ser aceptado socialmente -y particularmente por las mujeres— que sus parejas sean simultáneamente parejas de otras mujeres. Los hijos son la demostración de que el acto falocrático ocurre, de tal forma que la imagen de «hombre» es reforzada si además de varias mujeres se tiene hijos con éstas. Como ser hombre también está identificado con penetrar, si a quien se penetra es otro hombre, esto los convierte en «verdaderos hombres probados en todos los campos», ya que los hombres por ellos penetrados, por el hecho de serlo, ya «no son hombres», pues se convierten en «mujeres» porque tan sólo las mujeres son sujetos-objetos de penetración.
En grupos culturales que parecen ser algo más abiertos y tolerantes con los hombres homosexuales, a éstos se les pregunta, ¿En sus relaciones usted es el hombre o la mujer? Con ello se desea saber si la persona penetra o es penetrada o más concretamente quién es el falócrata de la relación. Ante la respuesta que en algunas oportunidades ambos miembros en la pareja ejercen los dos roles o que lo hacen indiferentemente y de acuerdo con su deseo, la persona interlocutora pretende insistir en la consistencia del rol, como una manera de poder probar en última instancia quién es más hombre de los dos.
Sin embargo, este no es un dilema sólo desde la heterosexualidad; también lo es desde algunos de los homosexuales. Éstos también se plantean problemas de género en sus relaciones; por ejemplo, es común que las relaciones de poder sean planteadas desde la masculinidad, vista ésta desde la corporalidad. De ahí que muchos homosexuales en conflicto con su propia identidad tiendan a «machificar su cuerpo» y extremar sus comportamientos, actitudes y prácticas consideradas propias del hombre, ya sea la fortaleza física, los músculos, el tono de la voz, la agresividad o el vestido, entre muchas otras.
Cuando hombres homosexuales se asumen transgénero e incluso cuando tan sólo asumen algunos comportamientos transgenéricos, los otros hombres homosexuales sumados al resto de hombres y mujeres (excluyendo los no sexistas, no homofóbicos y algunas feministas de algunas corrientes) tienden a asumir a dichos hombres como «mujeres» o simplemente prefieren denominarlos de tal manera que se demarque la diferencia. Estos hombres homosexuales son ahora «locas», «maricones», «mariquitas» y tratados en un lenguaje de género femenino, estableciéndose entre algunas mujeres y dichos hombres relaciones de complicidad y de éstos hacia aquellas y, como respuesta, actitudes profeministas.
Como soy claro en que lo que me hace hombre no es el poder que me da el tener un pene, he tenido que plantearme qué significa ser hombre. Por supuesto, viene a mi mente aquello ya por tod@s sabido: que ser hombre es no ser mujer. Ello significaría que, para saberlo, tendría que preguntarme qué significa ser mujer; por suerte para nosotros, las mujeres llevan muchos años y mucha tinta corrida dando respuesta a esta pregunta.
Leyendo a una autora ecuatoriana feminista, me encontré con que ella —de alguna forma— también quería saber qué significaba ser hombre, pero su respuesta me entristeció; para ella, serlo es «sinónimo de violencia» y yo me volví a preguntar, “Pero si yo no me siento violento no soy hombre?” Y enseguida me planteé si las mujeres violentas eran hombres. Llegué a la conclusión que ni lo uno ni lo otro, pero sí pude darme cuenta que los hombres más que las mujeres somos educados para la violencia, para comportarnos violentamente. La obligatoriedad de prestar el servicio militar en donde se nos enseña tácticas de guerra y no estrategias para la paz, la convivencia solidaria y la democracia, es por su puesto un ejercicio cotidiano de violencia. Tanto en la vida militar como en la escuela y en la iglesia, la jerarquización de las estructuras de poder nos enseña la importancia de ejercer el poder y no la del servicio.
Motivados en el dolor experimentado en el ejercicio del poder, muy en el fondo podemos visualizar la importancia del ser equitativos y no sexistas, pero parece que la propia cotidianidad nos indujera con todas sus formas de relacionamiento a continuar siéndolo. Situación que se dificulta porque los hombres no sólo ejercemos el sexismo, el poder y la violencia, sino porque también somos sujetos-objeto de éstos. No se es tan sólo sexista con las mujeres, también lo somos entre hombres e incluso entre los mismos hombres homosexuales. Del poder del dueño del falo se desprenden a su vez relaciones sexistas y relaciones de poder, en una estructura en la que el hombre lo ejerce y la mujer lo sufre. Pero también la víctima tiene su propio poder sobre quien ejerce la violencia, y tanto un@s como otr@s parecen amañarse en el juego y querer perpetuarlo. Una estructura de poder crea una cultura del poder que a su vez refuerza dicha estructura, siendo tanto las mujeres como los hombres quienes realizan el proceso de endoculturación.
Por supuesto, aún no tengo claro qué significa ser hombre, pero he podido concluir que para entenderlo tengo que ser antisexista, un ser de paz, equitativo, tolerante, respetuoso y democrático, en resumen ser inviolento tanto conmigo mismo como en la relación con las mujeres y con los otros hombres, y esperar que ellos también lo sean y por supuesto que logren visualizar y entender su homofobia y no ser homofóbicos. Yo no sé si esto me dará la respuesta, pero sí que por lo menos mi vida será mucho más placentera y lo será para aquell@s con quienes me relaciono.
lunes, 6 de agosto de 2007
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1 comentario:
¿Qué significa ser hombre?
No tiene mucho que me hago la misma pregunta pero he descubierto que podría ser como una fruta desconocida (bueno, no exáctamente pero servirá). La personalidad, incluyendo gustos, comportamientos e incluso valores morales están en la cáscara pero no significan ser hombre, la respuesta está en la pulpa, ojalá supiera a qué sabe la pulpa...
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