Manuel Velandia Mora
Equiláteros: Proyecto de Diversidad y Minorías Sexuales
Director. Vicepresidente Sociedad Colombiana de Sexología
Director Revista Colombiana de Sexología.
Presentado en X Congreso Colombianos de Sexología y Educación Sexual. Bogotá. 1999
Resumen
Una maestra estudiante en un Postgrado en Educación Sexual me preguntó en un módulo sobre identidad sexual: Cuándo debo hablar a mis estudiantes de la homosexualidad?. Ella pretendía ser abierta en el tema de la sexualidad, respetuosa de personas con orientaciones sexuales diferentes a la suya (léase homosexuales) y comprender que esta como cualquier otra orientación sexual debe ser tratada con l@s estudiantes. Mi respuesta le sorprendió. Esta pregunta es sexista y esconde cierto grado de homofobia. Hablar de las homosexualidades en un día diferente en el que se habla de las demás orientaciones sexuales demuestra que esta orientación sexual se asume diferente. Por ejemplo, es común invitar a un homosexual, algo frecuente convocar a una lesbiana, casi nunca se motiva a un(a) bisexual y nunca a un(a) heterosexual para hablar a cerca de su orientación sexual. Es más, se tiende a creer que la identidad sexual se construye únicamente con relación a la orientación sexual sin entender la sexualidad como un concepto y experiencia más amplia.
Según la OMS[1], “… La sexualidad es una parte integral de todos: hombre, mujer y niño. Es una necesidad básica y un aspecto del ser humano que no puede ser separado de otros aspectos de la vida humana. La sexualidad no es sinónimo de coito, no es acerca de sí se tienen orgasmos o no y no es la suma total de nuestras vidas eróticas; Esto es parte de nuestra sexualidad, pero puede igualmente no serlo. Sexualidad puede ser mucho más: está en la energía, que nos motiva a buscar amor, contacto, a sentir calor e intimidad; se expresa en la manera que nos sentimos, nos movemos, tocamos y somos tocados; es sobre ser sensual y sexual. La sexualidad influye en los pensamientos, sentimientos, acciones e interacciones y, de este modo es nuestra salud mental y física. Porque la salud es un derecho fundamental, la salud sexual también debe serlo… ( incluir) la liberación del temor, la pena, la culpa, las creencias falsas y otros factores psicológicos. La sexualidad no hace referencia en particular a la orientación sexual, por tanto limitar nuestras acciones a "intervenirla” es disminuir a l@s seres human@s y su sexualidad a uno de sus componentes, y no hacer referencia a su integralidad de personas[2] human@s[3].
Los temas pertinentes a la sexualidad parecen merecer tanta importancia de parte de l@s educadores sexuales, l@s maestr@s escolares, especialistas en sexualidad y en la salud mental en lo pertinente a la salud sexual, como páginas suelen dársele en los textos de sexología. Es decir, se le dedica poco o nada de espacio a los temas relacionados con la heterosexualidad, algunos párrafos a los vinculados con bisexualidad y la lesbianidad y mucha tinta a lo relacionado con homosexualidad. Este análisis está en relación directa con el tiempo y disponibilidad del servicio a las personas con dichas orientaciones sexuales y la importancia que a la temática se le da en la actividad docente.
L@s profesionales dedicad@s a la educación sexual parecen estar más interesad@s en darse una explicación sobre la orientación sexual que en lograr entender las vivencias particulares de sus estudiantes; ello redunda en que a las personas se les rotule con una definición que es provista, calificada y cualificada por el/la especialista y en que no se les denomine a partir de lo que la persona usuaria del programa entiende, asume y denomina como su vivencia particular. Esta necesidad de “etiquetar” debe considerarse una violación a los derechos fundamentales, ya que al heteronominarlos en una orientación sexual en particular se vulnera entre otros, el derecho a la autodeterminación.
Cada ser human@ y su sexualidad son únicas e irrepetibles, por dicha razón se transforma de manera diferente, con una trascendencia particular y evolucionando de acuerdo con su propia historia. L@s seres human@s somos idéntic@s en lo esencial y divers@s en lo existencial. Cualquier intervención debe partir del respeto a dicha particularidad y unicidad, y al de sus derechos fundamentales, es decir, del respeto a sus derechos humanos y sexuales: Al Reconocimiento y Aceptación de Sí Mism@ como Hombre o como Mujer y como Seres Sexuados; A la Igualdad de Género; Al Fortalecimiento de la Autoestima, la Autovaloración y la Autonomía para lograr la Toma de Decisiones adecuadas en torno a la Sexualidad; Al libre ejercicio de la Orientación Sexual; Actividades Sexuales según sus Preferencias; Al Ejercicio Responsable de la Función Sexual en su Modo Erótico y Reproductivo (o más correctamente diversificado); A la Educación Sexual Positiva; A Espacios de Comunicación Familiar para tratar el tema de la Sexualidad; A la intimidad personal, la Vida Privada y al Buen Nombre.[4]
Toda actividad pertinente a las sexualidades -en especial la formación y la educación- requiere, entonces, entender y asumir los derechos de l@s human@s como derechos sexuales. Es decir, de concebir a l@s human@s como seres sexuad@s y a la sexualidad como "…Una manera de comunicación, de recreación, de juego; de disfrutar la vida mejorando la autoestima y experimentando placer” (Coleman, 1997).[5]
Desde este concepto de sexualidad la identidad sexual tiene relación directa con la identidad del ser, es decir, con el sexo, el cuerpo, el género, los accesorios y vestido, y no exclusivamente con la orientación sexual (que tan solo hace referencia a cómo se concibe el/la sujeto con respecto al(a) sujeto-objeto de su fantasía, deseo, afectividad, eroticidad, genitalidad, para sí mismo y ante la sociedad). La identidad sexual debe ser contemplada desde dos ámbitos de dominio diferentes: la esfera de lo particular y la esfera de lo social.
Existe una identidad particular y una identidad social de sexo, de cuerpo, de género, de accesorios y vestido y de orientación sexual. La identidad particular hace referencia a una construcción eminentemente particular pero vinculada a la identidad social, ya sea como ruptura o como contradicción, indiferencia o reafirmación del modelo socializado. El modelo social no existe como tal, es tan solo un constructo imaginario fundamentado en el “deber ser” del comportamiento del macho y la hembra de l@s human@s, en una sociedad, tiempo y cultura determinada. Contempladas desde un patrón de orientación sexual determinado socialmente como lo “natural”, “normal”, “correcto” y “adecuado”, es decir, lo heterosexual.
Asumir al otro y a la otra como un(a) ser human@, con una identidad particular, es entenderl@s sujetos de derechos; Es este el principio de la democracia, el respeto y la tolerancia como fundamentos de la formación.
Bibliografía
[1] World Healt Organization. Education and treatment in human sexuality: The training of health professionals. WHO Technical Report Series (5-33), Nº 572. Geneva, 1975.
[2] Persona: Sonar a través de. Del Griego
[3] Humberto Maturana, Ensayo & Error; Año 2, Nº 3, Septiembre de 1997, Bogotá; Colombia “...Los seres humanos, somos seres culturales, no biológicos, aunque seamos biológicamente homo sapiens sapiens... Lo humano surge en la historia evolutiva de los primates bípedos a los que pertenecemos, con el lenguaje…En consecuencia, al decir que el ser humano es un ser cultural, lo que dice es que lo humano surge en la culturización del homo sapiens sapiens, no antes... Somos concebidos homo sapiens sapiens no humanos, y nos hacemos humanos en el vivir humano aunque nuestra biología de homo sapiens sapiens sea el resultado de nuestra deriva filogénica cultural humana.
[4] Velandia Mora, Manuel A. Los Derechos Humanos también son Sexuales, Los Derechos Sexuales también son Humanos; “Duelo, Memoria y Reparación”; Pág. 175 a 202; Fundación Manuel Cepeda Vargas/ Defensoría del Pueblo/ Ministerio de Cultura, Colombia 1998.
[5] Coleman, Eli. Revista Latinoamericana de Sexología; Nº 2, Vol. 12, 1997.
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