lunes, 6 de agosto de 2007

El temor a la mariconada

Manuel Velandia Mora

Versión original: 14.10.97, Bogotá
Versión reviaada: 12.08.99 Bogotá

«El conocimiento —esto es, la educación en su sentido verdadero— es nuestra mejor protección contra el prejuicio que no razona y el miedo que produce pánico, ya sea que éstos nazcan de algún interés especial, de minorías restrictivas o de líderes aterrados».
- Franklin D. Roosevelt -


La sociedad ha construido patrones ideales del hombre y la mujer, a estos se les ha llamado género. Al de él, género masculino, al de ella, género femenino. El género es entonces una construcción psico-social ecológica que corresponde a un tiempo y espacio determinado.

Al hombre latinoamericano, desde el patrón social de género, se le ha "castro-educado" por hombres y mujeres y la resultante es el macho. El macho latino difiere del macho europeo o asiático. El macho es propio de cada país, propio de cada región, por tanto, un modelo único de macho como tal no existe. Sin embargo, la idiosincrasia ha aceptado algunos elementos comunes a todos los machos: la rudeza, la fortaleza física, un tono de voz fuerte, el ser reproductor, el relacionarse con la mujer como su opuesto y por consiguiente su negación a aceptarla como su igual.

No se sabe a ciencia cierta qué es un hombre. Se le llama así al macho de la raza humana, para el sentido común ser hombre es no ser mujer. Se tiene claro socialmente que Ser hombre no corresponde a ser el macho social, como tampoco el ser masculino. Ya que se puede ser una mujer masculina o incluso un hombre femenino, es decir, asumir características del otro género, del género que se supone propio del otro sexo, a lo que recientemente se le ha llamado en Sexología transgénero.

La cultura ha sido construida e interpretada por los hombres. Por tal razón, la visión de la realidad que es contemplada desde el hombre y la mujer se ha y se le ha supeditado a esta visión cultural. El hombre ha representado su poder en el falo, a ello se le llama la falocracia. La penetración del macho a la hembra o incluso a otros machos es una representación física del poder. El machismo es el término con el que se define una ideología y la práctica del predominio del hombre -educado como macho-, así como también su problema y su alienación.

El macho no puede aceptar que el hombre pierda su posibilidad de ostentar y manejar el poder. El hombre homosexual es asumido por los otros hombres no homosexuales como alguien que reniega del poder, en tal sentido y desde esta ideología, el hombre homosexual "es una mujer", o más "correctamente" interpretado como "un hombre venido a menos".

El hombre homosexual como cualquier otro hombre ha sido educado desde la ideología machista. Modelo que se reproduce en la familia, la escuela y la iglesia; introduciendo así el germen del machismo, observándose como macho a sí mismo y a los otros hombres.

El homosexual teme no ser macho

Un grupo de hombres homosexuales ha querido asumir desde su propia contradicción el esquema de macho como parte de su representación psicosocial, amanerando (llevando al extremo) su propio patrón de macho, es decir se han machificado. La utilización de esteroides, hormonas, implantes, se ha sumado a la presencia de bigotes, cortes de cabello a ras, camisas a cuadros, chaquetas de cuero, jeans y botas tejanas o militares, y unificado a una imagen "reproducible en serie". Esta "clonación" es en sí misma una negación de su identidad sexual, al asumir la homosexualidad como conducta asimilable al "ser femenino".

Lo anterior no niega, que quien asume su cuerpo positivamente, y lo cuida y transforma como una consecuencia de su autocuidado, lo hace por una actitud saludable. Machificarse es negativo y autovulnera cuando ello tan solo es respuesta a la presión social, o al temor de ser identificado como hombre homosexual.

La sociedad y al interior de ella los propios hombres homosexuales, han discriminado a quienes no asumen el patrón de macho. A éstos se les ha estereotipado y se les ha llamado "locas". Son entendidos como "caricaturas" en la oposición entre lo masculino y lo femenino, como la negación del ser macho. Se tiende a creer que la "loca" asume como su forma de producción las consideradas propias de la mujer. También se les ha llamado "maricas". Originalmente, diminutivo de María. Entonces, ser "marica" es ser "mujer", o por lo menos ser contemplado socialmente como tal.

Los hombres homosexuales o por lo menos una inmensa mayoría de éstos, hacen una doble lectura de su ser. Por un lado juegan a "ser machos", por otro, niegan en los otros hombres homosexuales la posibilidad de ser algo distinto al macho. El lenguaje discriminativo y excluyente no es propio del heterosexual macho, lo es también del hombre homosexual, quien en el temor de no ser tan macho, prefiere marcar la diferencia con aquéllos que hacen parte de su propio ghetto, con aquéllos que asumen un lenguaje propio no machificado e identificado como de "loca" y "marica". En general los hombres homosexuales catalogan como "plumas" aquellos amaneramientos considerados femeninos que asumen sus congéneres y que se niegan a aceptar por si mismos que poseen. Esta negación los lleva a separarse de esos "otros" quienes a su vez observan lo mismo de los primeros, por lo que bien podría concluirse que las locas somos todos.

Quien teme no ser macho también ha de negarse aquello que pueda significar no serlo, de ahí el temor a comunicarse desde la ternura o a aceptar que se disfruta siendo penetrado, siendo "débil'. Ser penetrado es una cualidad propia "del sexo débil". Porque quien penetra de alguna manera parece conservar algo de la esencia del "ser macho", o más correctamente del ser hombre. Como ser homosexual socialmente es asumido como negarse a ser hombre, quien penetra cree permanecer en el juego social del macho. Incluso, en algunas regiones del país quien penetra no es contemplado socialmente como homosexual, es incluso "mas hombre", porque no solo penetra a las mujeres, sino a aquéllos que "también lo parecen". Ser homosexual no implica ser mujer. Ser hombre es una cualidad propia del "XY", ésta no se gana siendo heterosexual o bisexual o se pierde siendo hombre homosexual, porque es inherente al ser.

El hombre homosexual que no se ha aceptado a sí mismo como tal, juega a no serlo, y desde su doble lectura se "comporta como heterosexual", haciendo de sí una caricatura. Por algunos momentos en que parece aceptarse, se comporta como homosexual. Comportarse por momentos no es ser homosexual. Es más bien estar homosexual. Ser significa aceptarse y asumirse con todo lo que ello significa, pero también, asumir y respetar al otro -homosexual o no- como lo que realmente es.

Algunos hombres homosexuales se ven obligados a jugar el juego social del macho, porque dada la discriminación social que existe sobre éstos, prefieren no ser "evidentes" desde su conducta sexual. Sin embargo, es importante aclarar que ser o asumir una actitud masculina no implica "ser macho". Ser masculino es una actitud y comportamiento natural (no fingido) aun cuando responde a un patrón eco-psico-social.

Discriminar a quienes se han auto-determinado como no machos - homosexuales o no-, es una manera como hombres y mujeres se alían con el poder del macho. Es una negación de los hombres a sí mismos en la opresión a sus iguales. Pero en el caso de los mismos hombres homosexuales, es la peor forma de violencia y auto-discriminación, que es aquélla que es ejercida contra sí mismo. El temor social y particular a la mariconada es el temor a la diferencia, a ser diferente, a entenderse como diferente, a no asumirse como macho, y en última instancia, a no ser hombre a que los otros no lo sean.

Según the Lesbian & Gay Public Awareness Project "Las fobias son miedos irracionales que pueden afectar de varias maneras a gente perfectamente saludable. Hay a quienes les aterra entrar en un elevador, y quienes sudan frío con sólo pensar en abordar un avión. Cualquier fobia puede ser debilitante".

La homofobia es un miedo intenso y sin razón a los homosexuales y las lesbianas y constituye una tragedia doble. Aquellos/as de nosotros/as que tememos u odiamos a los homosexuales y las lesbianas solemos pensar que no conocemos ninguno/a, aun cuando puede haber cierto número de personas con quienes socializamos, trabajamos o tal vez hasta convivimos, que son gays o lesbianas. Al mismo tiempo, muchos homosexuales y lesbianas se pasan la vida escondidos/as «en el closet», temiendo que la homofobia destruya sus relaciones familiares, su amor propio y hasta sus mismas vidas. Por desgracia, la gente homofóbica se la pasa perpetuando ciegamente ideas falsas sobre los homosexuales y las lesbianas que pueden llegar a ser muy hirientes.

Algunos/as pueden necesitar ayuda profesional para quitarse el miedo a los homosexuales y las lesbianas, así como algunos/as la necesitan para curarse el miedo a las alturas o a los elevadores, pero para casi todos/as nosotros/as basta el deseo de examinar nuestros miedos para aliviarlos. El miedo nace de los mitos y de la ignorancia sobre el tema, y se les puede perder el miedo a los homosexuales y las lesbianas si comenzamos a entender los mitos en torno a la homosexualidad.

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Sexualidad, sida, Derechos Humanos
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© Velandia Mora, Manuel Antonio. Sociólogo, Filósofo, Consultor Internacional. Fundador del Movimiento de Liberación Homosexual Colombiano. Vicepresidente Sociedad Colombiana de Sexología.

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