09/20/1982
Revista Semana, Nº 16
http://www.semana.com/wf_InfoArticulo.aspx?IdArt=64307
Se admite comúnmente que en la sociedad postindustrial y neocapitalista ha habido un considerable aumento de la libertad sexual, e incluso se ha hablado de una revolución sexual, pero muy en el fondo sabemos que en nuestro medio no se ha dado un verdadero proceso de liberación. Es casi nulo el avance en cuestiones que se separan de la sexualidad oficial.
En Colombia el movimiento de liberación homosexual no ha tenido una historia tan larga como en otros países, pues nacimos pocos años después de lo que se llama la "tercera etapa", aquella marcha del "stonewall", que reunió cerca de 50.000 caminantes en junio de 1968, en la ciudad de Nueva York.
El reconocer como hipótesis ciertamente falsa el que los otros países que van adelante tienen el proceso ideal, nos hizo revisar nuestro trabajo y nos hizo buscar soluciones a nuestras necesidades, partiendo de las condiciones y posibilidades con que contábamos. Al replantearnos estas y otras cuestiones, observamos un problema aún más grave: estábamos perdiendo nuestra materia prima, el intelecto colombiano, o mejor aún, la intelectualidad y capacidad de lucha del gay colombiano. Tratando de salir del subdesarrollo en que nos encontrábamos, se buscó una orientación grupal, y nos decidimos por las propuestas de la antipsiquiatría de inspiración terapéutica radical. Ya en 1976 se dieron algunos pasos con base en la propuesta de "sex-pol", planteada por León Zuleta en el número 8 de "Sexo y Política".
Agustín Cortés, otros militantes y yo decidimos darles a nuestros compañeros gay la posibilidad de liberarse, de salir de la falocrática, heterosexista y homofóbica opresión en que la sociedad nos había venido sumiendo, y creamos el GEL --Grupo de Encuentro por la Liberación de los Gay--. Esto atrajo gente --conscientizada o no-- que se añadió a los grupos de trabajo y a las actividades realizadas.
De allí surgió nuestro órgano informativo, la revista "Ventana Gay", que ya cuenta con diez números, y allí se decidió la no integración nuestra a los grupos políticos de izquierda o de derecha, a diferencia de casi todos los grupos y organizaciones homófilas del mundo. Nosotros no estamos integrados a la izquierda oficializada, pues ellos no han replanteado su posición frente a la opción individual del militante, y mucho menos se han replanteado su opción sexual. Ellos en su trabajo insisten en el fenómeno de la necesidad de la producción-consumo y en la alienación económica y material del sujeto en el proceso de producción.
Aunque la época de Marx no conoció los adelantos en la psicosexualidad, esto no obsta para que busquemos un punto de entronque alejado de todo determinismo de uno u otro lado. Esta inserción origina una renovación de las categorías concretas -conceptuales- para el análisis de la sociedad a dos niveles: macro y microsocial, lo que redunda en cuestionamientos y creación de objetivos: consolidación de un marco para el análisis y el cuestionamiento político del Establecimiento a todos los niveles de producción, cultura, relaciones, rol sexual, religión, moralidad, educación, economía, etc.
El solo hecho de ser homosexuales nos sitúa ante la ley como individuos que atentan contra la moral pública y las buenas costumbres, ante la iglesia como pecadores. En el trabajo o en la calle no podemos manifestar nuestra afectividad, pues corremos el riesgo de ser señalados. Nosotros tenemos que ocultar nuestra vida privada.
Frente a esta realidad, los gay hemos querido no quedarnos con los brazos cruzados. Desde el siglo pasado se han venido dando reivindicaciones, hemos protestado. Nos hemos hecho solidarios cuando nos enteramos de algún caso. Nuestra lucha se dio y se sigue dando cotidianamente y en forma individual, cada vez que nos autorizamos a besar en la calle, a tomar una mano, ayudamos a alguien a superar su represión y levantamos nuestra voz para defender nuestros derechos.
Porque nuestra lucha es esencialmente ideológica, nuestro trabajo es ideológico. A este nivel realizamos charlas, mesas redondas, reuniones semanales, actividades culturales, fiestas, seminarios. Acudimos a simposios, conferencias relacionadas con la sexualidad. Nuestra voz es oída: respondemos con cartas a los diarios, revistas, programas televisivos y radiales que asumen una u otra postura frente a la gaycidad, buscando ofrecer claridad sobre este tipo de vida. Nosotros buscamos dar respuesta a las inquietudes religiosas, familiares, sociales, educativas, jurídicas, médicas, etc.
Nosotros nos hacemos solidarios en caso de discriminación, represión, violación de derechos, así como pedimos solidaridad a través de micromedios de comunicación.
En la vida cotidiana buscamos nuevas formas de relación entre nosotros mismos y con los demás.
Somos conscientes de una transformación de las estructuras sociales, por lo que no somos meramente una organización reivindicativa, sino un proceso revolucionario en la sociedad de la que hacemos parte.
http://www.semana.com/wf_InfoArticulo.aspx?IdArt=64307
Se admite comúnmente que en la sociedad postindustrial y neocapitalista ha habido un considerable aumento de la libertad sexual, e incluso se ha hablado de una revolución sexual, pero muy en el fondo sabemos que en nuestro medio no se ha dado un verdadero proceso de liberación. Es casi nulo el avance en cuestiones que se separan de la sexualidad oficial.
En Colombia el movimiento de liberación homosexual no ha tenido una historia tan larga como en otros países, pues nacimos pocos años después de lo que se llama la "tercera etapa", aquella marcha del "stonewall", que reunió cerca de 50.000 caminantes en junio de 1968, en la ciudad de Nueva York.
El reconocer como hipótesis ciertamente falsa el que los otros países que van adelante tienen el proceso ideal, nos hizo revisar nuestro trabajo y nos hizo buscar soluciones a nuestras necesidades, partiendo de las condiciones y posibilidades con que contábamos. Al replantearnos estas y otras cuestiones, observamos un problema aún más grave: estábamos perdiendo nuestra materia prima, el intelecto colombiano, o mejor aún, la intelectualidad y capacidad de lucha del gay colombiano. Tratando de salir del subdesarrollo en que nos encontrábamos, se buscó una orientación grupal, y nos decidimos por las propuestas de la antipsiquiatría de inspiración terapéutica radical. Ya en 1976 se dieron algunos pasos con base en la propuesta de "sex-pol", planteada por León Zuleta en el número 8 de "Sexo y Política".
Agustín Cortés, otros militantes y yo decidimos darles a nuestros compañeros gay la posibilidad de liberarse, de salir de la falocrática, heterosexista y homofóbica opresión en que la sociedad nos había venido sumiendo, y creamos el GEL --Grupo de Encuentro por la Liberación de los Gay--. Esto atrajo gente --conscientizada o no-- que se añadió a los grupos de trabajo y a las actividades realizadas.
De allí surgió nuestro órgano informativo, la revista "Ventana Gay", que ya cuenta con diez números, y allí se decidió la no integración nuestra a los grupos políticos de izquierda o de derecha, a diferencia de casi todos los grupos y organizaciones homófilas del mundo. Nosotros no estamos integrados a la izquierda oficializada, pues ellos no han replanteado su posición frente a la opción individual del militante, y mucho menos se han replanteado su opción sexual. Ellos en su trabajo insisten en el fenómeno de la necesidad de la producción-consumo y en la alienación económica y material del sujeto en el proceso de producción.
Aunque la época de Marx no conoció los adelantos en la psicosexualidad, esto no obsta para que busquemos un punto de entronque alejado de todo determinismo de uno u otro lado. Esta inserción origina una renovación de las categorías concretas -conceptuales- para el análisis de la sociedad a dos niveles: macro y microsocial, lo que redunda en cuestionamientos y creación de objetivos: consolidación de un marco para el análisis y el cuestionamiento político del Establecimiento a todos los niveles de producción, cultura, relaciones, rol sexual, religión, moralidad, educación, economía, etc.
El solo hecho de ser homosexuales nos sitúa ante la ley como individuos que atentan contra la moral pública y las buenas costumbres, ante la iglesia como pecadores. En el trabajo o en la calle no podemos manifestar nuestra afectividad, pues corremos el riesgo de ser señalados. Nosotros tenemos que ocultar nuestra vida privada.
Frente a esta realidad, los gay hemos querido no quedarnos con los brazos cruzados. Desde el siglo pasado se han venido dando reivindicaciones, hemos protestado. Nos hemos hecho solidarios cuando nos enteramos de algún caso. Nuestra lucha se dio y se sigue dando cotidianamente y en forma individual, cada vez que nos autorizamos a besar en la calle, a tomar una mano, ayudamos a alguien a superar su represión y levantamos nuestra voz para defender nuestros derechos.
Porque nuestra lucha es esencialmente ideológica, nuestro trabajo es ideológico. A este nivel realizamos charlas, mesas redondas, reuniones semanales, actividades culturales, fiestas, seminarios. Acudimos a simposios, conferencias relacionadas con la sexualidad. Nuestra voz es oída: respondemos con cartas a los diarios, revistas, programas televisivos y radiales que asumen una u otra postura frente a la gaycidad, buscando ofrecer claridad sobre este tipo de vida. Nosotros buscamos dar respuesta a las inquietudes religiosas, familiares, sociales, educativas, jurídicas, médicas, etc.
Nosotros nos hacemos solidarios en caso de discriminación, represión, violación de derechos, así como pedimos solidaridad a través de micromedios de comunicación.
En la vida cotidiana buscamos nuevas formas de relación entre nosotros mismos y con los demás.
Somos conscientes de una transformación de las estructuras sociales, por lo que no somos meramente una organización reivindicativa, sino un proceso revolucionario en la sociedad de la que hacemos parte.
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