miércoles, 24 de octubre de 2007

La analidad como un ejercicio de poder

Manuel Velandia Mora
Mayo de 1980

En, Revista Ventana Gay, Nº 6, Bogotá.


Las relaciones sexuales no sólo son actos placenteros son además actos políticos, lo son cuando en intercambio genital es un acto trasgresor del modelo de la normalidad heterosexual, y mucho más cuando este se realiza con una parte del cuerpo de la cual se considera que su función principal es excretar materia fecal y no el placer.

Tradicionalmente el poder es ejercido por un hombre hacia las mujeres y en algunos casos hacia otros hombres. Un símbolo del poder del hombre es poseer un falo y el poder que se obtiene de su uso o de la posibilidad de usarlo es lo que denomina la falocracia.

Un hombre homosexual primero que homosexual es hombre y en cuanto tal es falócrata, al penetrar a otro hombre hace un ejercicio falocrático de poder en el que, al igual que a  la mujer penetrada o en posibilidad de serlo, lo pone en una escala inferior en la línea de poder.

Las teorías sex-pol, tan en boga en este momento en Europa, nos informan de la posibilidad de asumir la sexualidad como un campo en el que igualmente se ejercita el poder de los falócratas sobre las mujeres y algunos hombres homosexuales, pero también ante la posibilidad de transformar dichas relaciones de poder.[1]

En el caso que nos atañe mi reflexión se basa en la posibilidad de trasformar nuestra vida sexual como homosexuales en un actos políticos y específicamente en convertir la analidad, comprendida como un ejerció pasivo de poder, en un acto activo que la convierte es una estrategia de reivindicación política sexual.[2]

En esta elaboración que ahora presento hay una marcada influencia de Foucault y su discurso del poder que apoya nuestras propias construcciones; este autor trata el tema del poder rompiendo con las concepciones clásicas del término. Para él, el poder no puede ser localizado en una institución, o en el Estado, por lo tanto, la "toma de poder" planteada por los marxistas no sería posible.

El poder no es considerado como algo que el individuo cede al soberano (concepción contractual jurídico-política aplicada en este caso al macho, penetrador dominante), sino que es una relación de fuerzas, una situación estratégica en una sociedad determinada; por lo tanto, el poder, al ser relación, está en todas partes, incluyendo las relaciones sexuales de cualquier orden.

El sujeto está atravesado por relaciones de poder y no puede ser considerado independientemente de ellas. El hombre penetrado contribuye al poder del falócrata con el cual se relaciona, ya que acepta que quien posee el falo tiene el poder, olvidando que él mismo tiene un falo y que por tanto no solo está en condiciones de ejercer dicho poder, sino que puede transformar la relación al asumir a su “partner” como un igual, con el cual comparte un juego donde se puede romper la jerarquía del poder.

El poder, para Foucault, no sólo reprime, sino que también produce efectos en quienes viven esas relaciones de poder y produce saber; dicho conocimiento y vivencias nos permiten transformar nuestras propias relaciones sociales, políticas y sexuales.

Tradicionalmente en una pareja se contempla que hay un dominante y una persona dominada, transformar las relaciones de poder implica o transformar los roles (un dominado que pasa a dominar) o vivir las relaciones en igualdad de oportunidades y posibilidades.

En nuestra experiencia en grupo de trabajo denominada "Heliogábalos", específicamente en la línea de trabajo de la antidanza, el concepto de pareja se transforma y en consecuencia también se transforma el rol del “partner” como sujeto que conduce a la mujer, porque en el grupo todos éramos hombres. Esto no sólo debería ser válido para la antidanza sino también en la vivencia del acto genital como un ejercicio “dancístico” sin partitura y sin coreografía predeterminada.

En la antidanza no hay un “partner” sino dos seres en igual condición y posibilidades de conducir o ser conducidos; no hay un dominante y un dominado; en la vida sexual entre dos hombres tampoco debiera haber un arriba ni un abajo, un penetrador y un penetrado, uno que acaricia y otro que es acariciado, pero además en el intercambio genital entre dos hombres se puede actuar en solitario, bailar solo a pesar del otro, masturbarse, auto-acariciarse, pensar, gozar a expensas del otro o de sí mismo.

Romper con el esquema de poder significa, por ejemplo no solo cambiar los roles en el intercambio genital, sino también cambiar el discurso sobre la analidad. En la cotidianidad se usa el concepto “me comí a” como una manera de expresar una práctica anal receptiva; propongo transformemos dicha elocución para que en una relación en la que sea necesario expresar el poder, este se centre en quien es el receptor de la penetración, ya que al cerrar su esfínter la impide y por tanto, ostenta la decisión en la que se centra tradicionalmente el poder del falócrata.

Hoy, en el 2012, sigo estando plenamente seguro que es mucho más subversivo y político decir “me comieron”, pues se reivindica un acto que socialmente pone al hombre en un nivel inferior pues es “dominado por otro macho”. Recordemos que para la iglesia la posición ideal heterosexual es la del misionero, en la que la mujer pone su vista al cielo y su cuerpo en posición de sacrificio para glorificar a Dios en un ejercicio de humildad y entrega a la misión divina de traer hijos al mundo.

Prepararse para la penetración es una manera de acceder al poder y un camino a las relaciones de equidad que se hacen visibles y palpables en una relación en las que los dos partners son tanto penetrados como penetradores.

Desde esta posibilidad conceptual nos hacemos trasgresores del y en el discurso cotidiano, más aún si anunciamos públicamente que somos “activos analmente” y al referir sobre nuestras relaciones decimos públicamente frases como “me comí a un tipo muy feo que me la metió toda”, ya que no está bien visto al interior de los guetos guëis[3] hablar públicamente de la analidad y menos expresar predilección por personas que no sean atractivas.

NOTA post escrito: Cabe destacar que en 1980 ya algunos militantes teníamos una amplia experiencia como transgresores del “deber ser” macho, masculino, falocrático y heterosexual, y que como una alternativa sexpol yo estaba interesado en ir del discurso a la práctica, no solo la propia, sino buscando que otros maricas también dieran un brinco teórico y experiencial. Así que no se sorprenda al leer las siguientes líneas, que aún hoy siguen siendo subversivas.

Si usted está interesado en romper con las estructuras tradicionales del poder le invitamos a nuestro taller “La analidad como un ejercicio de poder” que se realizará los jueves de 6:30 PM a 9:30 PM.

Es un taller teórico en el que usted además aprenderá sobre cómo preparar su organismo para la penetración, cuáles son las mejores posiciones para ser penetrado y normas de cortesía para sus relaciones socio-anales.

El taller no comprende prácticas penetrativas llevadas a cabo en el sitio de reunión pero si la posibilidad de compartir oral[4] y explícitamente sobre el tema, y obtener respuestas que harán de usted un hombre con mayor disfrute de su cuerpo y sus posibilidades placenteras, y un trasgresor sexual políticamente fundamentado



[1] De aquí se derivan las teorías queer.
[2] Posteriormente decide autodenominarme marica a partir de un acontecimiento cotidiano que marcó mi historia teórica y política: a mis 25 años, un camionero de trasteos, mientras yo cruzaba por la 60 con Caracas, parte baja de Chapinero en Bogotá, me dijo
¡Adiós, marica!
Yo le respondí ¡Adiós, heterosexual!
¡Pero si eso no es un insulto! Respondió él.
¡Ser marica tampoco! le contesté yo.
Me fui sonriendo y pensando en que justo eso es lo que yo estaba siendo. Actualmente me denomino “mariquita, femenina, pasiva y mamona”; lo he hecho como una forma de romper con el modelo tradicional  macho, masculino, heterosexual, falocrático, sexista y misógino en el que fue criado durante mis primeros años de existencia en Santander, Colombia.
[3] Como un acto político no escribía gay como se escribe en inglés, sino como se escribe en la pronunciación castellana.
[4] No me refiero a una mamada sino a hablar sobre la experiencia, los temores, los aprendizajes, las dudas, las dichas alcanzadas.

1 comentario:

Fernando Arias dijo...

Justamente, de eso se trata, yo imaginaba que penetrar le daba toda mi energia a mi pareja y que luego el me penetrara me daba tambien toda su energia, creo que esa es la verdadera relacion sexual, mutua y placentera, ya que a mi pareja le permite al ser penetrado primero ponerse mas erecto y prepararse para penetrarem con un pene mas duro, esta comprobado al menos entre nosotros. Sera comun para todos los hombres? escribirme al munecopnp@hotmail.com o llama 51193541692 para conocerme mas a fondo.
Jorge Zevallos