Por Manuel Velandia Mora
11.97.
Revista Acénto.
Primera entrevista a una persona transvesti realizada por el autor.
En los algo más de 20 años de trabajo con minorías sexuales he tenido oportunidad de encontrarme con un sinnúmero de hombres y mujeres, con muchas “mujeres” que son hombres y con algunos “hombres” que en realidad son mujeres. Los he observado desde sutil a estrafalariamente vestidos o desvestidos, con imperceptibles amaneramientos de género hasta con una marcada presentación transgénero en su vestuario y accesorios.
L@s much@s transvestis con quienes me he cruzado en la vida realizan tareas casi siempre relacionadas con la lectura de las cartas, la adivinanza del futuro, la belleza y la prostitución. Lo sorprendente de la persona a quien entrevisté para esta historia es que a Carolina como a él (a ella) le gusta que lo llamen es no solo su actividad laboral sino también su vestido: falda negra al tobillo, blusa de seda estampada anudada al cuello, saco negro con abotonadura y tejido en lana, botas altas en cuero y con tacón mediano, maquillaje discreto y cabello ondulado rubio oscuro que cae sobre sus hombros.
El tipo de trabajo que desempeña es poco usual para las mujeres y más aún para un hombre que se viste como mujer para ir a realizarlo. Ella así lo confirma: “Yo soy una mujer que cuida carros y ayuda a los conductores a que los parqueen bien” y desde hace algún tiempo he podido observar que es así; ella trabaja desde hace cinco años en esa misma calle, ubicada frente a un supermercado en Chapinero, en Bogotá. Llego a esa vía publica luego de quedar huérfana hace siete años (ahora tiene 28) y rodar de calle en calle, pues como ella afirma “ya solo, sin mi mamá me tocó hacerme la vida yo misma, yo quedé manicruzada y con problemas y salí a la calle a pedir monedas”. Lo hizo porque “la familia se desbarató y además no contaba con recursos disponibles para seguir llevando la vida que llevaba”.
Ya previamente había cuidado carros y como ella afirma “ese trabajo me había quedado gustando”. En un principio combinaba sus dos actividades y compartía la vigilancia con un hombre joven. Algún tiempo después se encontró con la sorpresa de que su compañero de labores había abandonado la calle para realizar otra actividad. Al respecto recuerda: “Yo me dije: Pues si no está Ricardo trabajando, aquí llegó la Carolina y así fue como se instaló la reina de la cuadra”.
A este bogotano - estando vestido de mujer- le gusta que la llamen Carolina, pues siente que en esos momentos es una mujer. Se viste en femenino “así permanentemente, de diario, desde hace seis años, y lo hace porque le gusta, por que se siente bien y le agrada estar así vestido”.
Vestirse como mujer no le ha significado grandes problemas con su familia, al respecto considera “cuando mi madre murió yo tan solo me había vestido una vez, ella me pescó así y el impacto fue terrible. Pero no, ella nunca más me volvió a ver así. Cuando quedé huérfano de mi madre me extrovertí”. El hecho de que su mamá muriera fue algo que lo motivó a vestirse de esta manera pues por respeto a su mamá le tocaba abstenerme de muchas cosas. Con los otros miembros de su familia esto ni le importaba, ni le importa. Su mamá era toda su familia, el resto lo tiene sin cuidado, según ella “muchas veces los familiares son como un cuchillo”.
Al interrogarla sobre la imagen que de sí misma ve reflejada en el espejo ella responde “cuando estoy sin arreglarme, pues no se... pero si ya estoy arreglada me siento bien. Pues el maquillaje arregla mucho. Como me siento más mujer me gusta verme como mujer en la forma de maquillarme y vestirme”.
A Carolina no le gustaría utilizar hormonas y menos aún cirugía para transformar su cuerpo para lograr la apariencia de una mujer, pues como es ahora se siente bien. Recién llegó a la calle se aplicó hormonas y logró tener unos "limoncitos", termino con el que se refiere a unas tetas pequeños, que al dejar de usarlas pronto desaparecieron, ahora se gusta como es, piensa que esa situación se presentaba porque “no sabía realmente quien era. Pero ahora no, ahora que sabe quien es, hacerlo no le llama la atención”.
Actualmente tiene una pareja: un hombre celoso quien inicialmente quería que ella se hormonizara, con quien convive y de quien afirma “es como mi esposo, como mi marido. No es para mí un hombre homosexual. Es simplemente un gran amigo mío y por suerte su familia también me acepta y eso es espectacular para mi”. Cuando el quiere ser cariñoso simplemente la llama Carola y con él se reparte las labores del hogar, al respecto dice “como ambos trabajamos no es justo que uno llegue a hacer todo el trabajo. El me colabora, mientras yo arreglo el cuarto él puede estar haciendo el desayuno”.
Desde cuando empezó a trabajar administrando el parqueadero callejero e incluso desde antes cuando venía a pedir monedas ya se vestía como mujer. Cuando se hizo cotidiana su presencia “ya estaban acostumbrados”. No ha tenido problemas por vestirse como mujer para su cita cotidiana con su fuente de sustento, sin embargo, “no faltan los chismosos que dicen ahí está el muchacho que trabaja”.
Por supuesto se encuentra de vez en cuanto con despistados que la saludan con un “que hubo hermano, me cuida el carro” a pesar de verla “vestida así, entaconada, maquillada y todo”. A lo que responde “si señor” mientras sonríe, “porque yo no soy ignorante. Yo soy realista y entiendo. Hay gente a la que de todas maneras no les gusta tratarme y aceptarme así como soy” A veces a los vecinos, a quienes conoce de tiempo atrás y que la aceptan como es, dicha situación les produce risa, “pero si es un cliente con el que ya tengo confianza, yo le contesto: Hermano no! Hermana, no ve que estoy entaconada? Y ellos también ríen”.
Que recuerde, tan solo una vez ha llegado a trabajar vestida como hombre, fue en una ocasión en la que lo hizo regresando de una rumba. Así que se movió con prisa, se compró una base, se arregló y luego si se dejó ver. “A mí me interesan los que están en la cuadra donde estoy fijo y permanentemente. Donde gano la plata de mi sustento”.
Durante la entrevista y antes de iniciarla observé que varias mujeres la saludan muy amablemente. De estas relaciones asiente “con las mujeres soy bien compinchera para el chisme y la recocha y además me gusta molestarlas; con los hombres, lógico, soy mas serio. Pero no faltan los hombres que se prestan para el saboteo. Me dicen: “Hola mi amor!” Yo les contesto “qué más papi, me vas a llevar al cine? Porque yo soy así, abierta con todos. Es bonita mi relación con todos, la gente me ve y me trata como una mujer.
Las señoras, los jóvenes, los niños me tratan así. Algunos me dicen Gaviota. Un señor me dice María Bonita y me lo dice a grito entero. El que llega por primera vez si me ve como raro, pero después cuando vuelven ya me tratan común y corriente. Una vez una muchacha si me rechazó y prefirió que fuera un hombre quien le cuidara el carro. Cuando ella salió como yo estaba ofendida, le dije: ¿Mamita por que me trata así? ella no dijo nada. Pasado un tiempo volvió y ya me trató bien.”
No recuerda haber tenido conflictos con “otras peladas”, aun cuando no siempre está de acuerdo con ellas, con su manera de ser ni de actuar. Al respecto sostiene: “a mí, por acá, me estiman por que yo no soy exagerada” y recuerda “un día pasó una "niña" que tiene otro trabajo. Ella tiene senos, es muy maquillada y muy exagerada; uno de los vecinos se la quedó mirando y la coquetió, yo le dije: patrón esa es un colega mío y él me preguntó, de verdad? Y siguió diciendo que él en eso no está de acuerdo, que la gente por qué por trabajar en eso tiene que vestirse así.
Y yo los entiendo, por que no importa el trabajo que uno desempeña, no tiene por que ser descarado. A mí, aquí, no me han visto ni verán así. Cuando yo me pongo una minifalda siempre llevo debajo medias de lana. Por que este no es un sitio vulgar. Es el sitio de mi trabajo y si yo quiero que me respeten tengo que respetar. Si se exagera en el vestido y con el maquillaje, más se nota que uno es travesti, sin embargo, no me molesta que me lo digan, porque yo se lo que soy”.
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