- Manuel Antonio Velandia Mora
Miembro titular se la SCS
España, Octubre 31 de 2007
Un saludo solidario y caluroso para todos, todas y todes ustedes.
Lamento que la situación interna del país y la intolerancia que se vive en torno a muchos aspectos de la cotidianidad, entre ellos las sexualidades, me hayan obligado a decidir huir de nuestro país y solicitar asilo político y por discriminación sexual en España.
Ser miembro de una minoría sexual, líder en el tema de los derechos humanos entendidos como derechos sexuales, un homosexual reconocido públicamente, militante de los derechos de los, las y les LGBT y líder político, parecen ser razones suficientes para que los grupos paramilitares me hayan hecho víctima de un atentado en contra de mi vida y de amenazas de muerte, que igualmente incluyen a mi familia.
Me alegra saber que en nuestro país aún interesa la educación sexual; tema que, como muchos de ustedes conocen, me apasiona y moviliza emocionalmente. Por esta razón, no quiero perder la oportunidad de compartir algunas palabras con ustedes.
Tradicionalmente, la educación sexual se ha orientado desde tres frentes, necesidades y espacios diferentes para su socialización: el primero de ellos está relacionado con la salud, entonces se habla de salud sexual y salud reproductiva, su fin está relacionado con la prevención a partir de la bina salud-enfermedad; el segundo, la vincula a los derechos, de ahí que se referencia desde los derechos sexuales y los derechos reproductivos; el tercero, relaciona la sexualidad con la vida cotidiana, haciendo énfasis en el peso de la cultura, las relaciones sociales y los procesos políticos, económicos y productivos.
Han pasado los días en que en Colombia nos dedicábamos a la educación en sexualidad y a la educación de la sexualidad, para re-descubrir la importancia de la educación para las sexualidades.
Las primeras propuestas trabajadas en nuestro país se centraron en la idea de que la sexualidad era el “conjunto de condiciones anatómicas y fisiológicas que caracterizan a cada sexo”; sin embargo, muy pronto nos dimos cuenta de que los seres humanos somos mucho más que nuestro cuerpo y sus posibilidades para el contacto genital, que la sexualidad no está determinada únicamente por nuestra corporalidad, ya que está ligada al hecho de obtener placer y que éste no se obtiene únicamente del intercambio genital, y por tanto que la sexualidad trasciende la esfera de la genitalidad, y ésta no es su único componente.
Ahora tenemos claro que la sexualidad involucra aspectos físicos porque está relacionada con el cuerpo; aspectos emocionales, ya que está vinculada con la identidad de la persona; procesos afectivos propios de las relaciones interpersonales; además, que abarca aspectos sociales, culturales y relacionales que se adquieren en la familia, la escuela y en la vida cotidiana, así como también aspectos ecosistémicos, pues se vivencia de manera particular en cada sociedad, espacio (región geográfica) y tiempo. La sexualidad comprende además aspectos históricos, puesto que lo que se nos trasmite resume el desarrollo de las sociedades, las culturas y los seres humanos que las conforman.
Los seres humanos, además de tener cuerpo y sexo, hecho común con los demás animales, nos diferenciamos de éstos no sólo por nuestras posibilidades intelectuales, sino especialmente por el desarrollo de nuestras funciones emocionales y operativas; estas funciones nos posibilitan la toma de conciencia, la vivencia y la asunción de las emociones que genera nuestro cuerpo, sexo, género, orientación sexual y expresiones comportamentales sexuales, y las de los y las demás.
El reconocimiento de la unicidad de los seres humanos conlleva reconocer que cada ser humano vivencia, explica y asume emocionalmente su sexualidad de una manera única, particular y diferente; en consecuencia no puede hablarse de “la sexualidad” sino de sexualidades y por tanto de cuerpos, sexos, géneros y orientaciones sexuales.
Todo ser humano es sexuado y además de único, es irrepetible, evolutivo, dinámico, histórico e incluso esencia del futuro; lo anterior nos conduce a concluir que hay tantas sexualidades como seres humanos existen en el universo.
Esa gran diversidad de seres humanos y sexualidades dificultan el reconocimiento de la diversidad sexual y de las múltiples posibilidades para comprenderlas, vivenciarlas y emocionarnos frente a ellas.
Las relaciones entre los seres humanos, cualesquiera que sea su orientación sexual, están mediadas por el deseo, el erotismo y el placer, que determinan la toma de decisiones para el ejercicio de intercambio genital. Desde dicha perspectiva, toda relación sexual es un encuentro de unicidades, de diferencias vitales, y contiene para cada uno de quienes participan la posibilidad de decidir en igualdad de condiciones sobre la manera de experienciar su sexualidad en el deseo, el placer, el erotismo y el intercambio genital.
Toda relación sexual es un espacio de negociación mediado por la cultura y las relaciones sociales, en el que quienes participan no sólo se reconocen o desconocen a sí mismos/as, sino que además, también reconocen o desconocen la diferencia con su(s) pareja(s), asumiendo la existencia de puntos de encuentro o desencuentro, con lo que el placer de cada uno(a) es posible o imposible, de acuerdo con sus necesidades particulares, pero también siendo concientes o inconscientes de que todo intercambio afectivo, emocional, deseante u erótico altera a quienes participan y al medio (sociocultural y espaciotemporal) en el que se encuentran.
Todo acto de encuentro/desencuentro con el otro o la otra, es un espacio posible de convivencia solidaria y democrática; sin embargo, en algunos y algunas, dicha posibilidad se transgrede, convirtiendo la relación en un espacio de mayor vulnerabilidad y vulneración física, emocional y social.
La posibilidad de vivenciar plenamente los derechos humanos en el ámbito de las sexualidades, sólo se puede garantizar cuando los actores que se involucran en la situación de intercambio afectivo, genital, erótico o sexual, tienen el mismo poder de decisión y, al mismo tiempo, pueden manifestar sus diferencias vitales frente al otro o la otra.
La educación para la sexualidad ayuda a los seres humanos en su proceso de preparación como personas, a lo largo de su vida, para el encuentro libre, responsable y pleno con su sexualidad y con la de los/as demás. Dicho proceso conlleva la apropiación de experiencias, emociones y conocimientos que redundan en habilidades, actitudes, valores, prácticas y comportamientos favorecedores del ejercicio de los derechos sexuales y los derechos reproductivos, a partir de un desarrollo integral como personas, ciudadanos y sujetos de derecho que viven su sexualidad de una manera plena, enriquecedora, placentera y saludable. Todo ello desde una perspectiva que posibilite la equidad, sin discriminación, violencia, estigma, exclusión, separación social o abuso de sí mismo/a o de los/as demás.
La educación para la sexualidad debe apoyar(nos) en la construcción de subjetividad y posibilitar el re-conocimiento de las propias capacidades, la asunción de los derechos, la preparación emocional para asumir los diferentes procesos particulares, relacionales y sociales, y la obtención de servicios cuando ello sea necesario.
Es nuestro compromiso ético, político y social velar por una educación para la sexualidad que nos haga seres libres, autónomos y autodeterminados en nuestra sexualidad, situación de vida que también buscamos para aquéllos a quienes apoyamos, educamos o acompañamos profesionalmente en la re-construcción de su propia existencia, vivencia, explicaciones y emociones.Un abrazo solidario.
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