sábado, 22 de marzo de 2008

La iglesia: ¿Nuestra enemiga?

A propósito de las declaraciones de la iglesia católica en contra de los derechos de las parejas del mismo sexo
Manuel Velandia ora
Octubre 05

La homofobia y el sexismo radical de la iglesia católica debe ser un acto que nos debe hacer repensar si lo que dicen sus jerarcas es tan importante para la feligresía como ella pretende y un llamado para que las minorías sexuales colombianas se movilicen en torno a sus derechos.

Según la iglesia católica, “no existe fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia” en esta razón fundamentan la posición que han publicado con el fin de “iluminar la actividad de los políticos católicos” proponiéndoles “líneas coherentes con la conciencia cristiana para cuando se encuentren ante proyectos de ley concernientes al problema” de las parejas homosexuales.

En evidente que esta posición no afectaría la discusión del proyecto de derechos de pareja presentado por la Senadora Piedad Córdoba. Matrimonio y derechos de pareja son dos temas bastante distintos, y el proyecto en Colombia no pretende el matrimonio entre personas del mismo sexo sino tan solo que éstas tengan derechos civiles como la salud o la herencia, tal y como los tienen las parejas heterosexuales.

La posición de la iglesia se alimenta en textos bíblicos, pero ésta no sería una razón suficiente para negar los derechos de las parejas homosexuales (¿También de las lesbianas?), si entendemos los alcances que tendría someterse a las acciones que ella propone ya que otras abominaciones, como llaman a la homosexualidad en el Levítico, son comunes en estos momentos. Por ejemplo, tocar la piel de un cerdo muerto nos hace impuros, no se podrían acercar al altar de Dios quienes tienen defectos de la vista, podríamos tener esclavos bajo la condición que sean provenientes de países vecinos, e inclusive, podríamos vender como esclavas a nuestras hermanas.

Para quienes somos políticos la ingerencia de la iglesia en la construcción de las legislaciones en los países es indebida, más aún cuando los países son laicos como lo es Colombia. La iglesia católica considera que l@s ciudadan@s de todo el mundo viven bajo su “ley natural moral”, pero no tod@s son católic@s, no tod@s l@s católic@s viven sus preceptos sino se vivencian desde el amor aprendido de Jesús, es decir, son compasiv@s, serviciales, no buscan el mal de sus herman@s porque para hacerlo no tienen en cuenta la orientación sexual de est@s. L@s cristian@s tenemos herman@s, ti@s, padres, madres, sobrin@s, prim@, niet@s homosexuales y lesbianas; pero como entendemos que es Cristo quien vive en ell@s no l@s rechazamos, estigmatizamos, aislamos, vulneramos porque estaríamos yendo en contra del amor y de la “protección de los valores” que él mismo nos enseñó.

Si aceptáramos las propuestas de la iglesia, entonces, partiendo de que la palabra de Dios es eterna e inmutable, más adelante llegaría el momento en que se nos presionara para proponer al esclavismo o excluir a quienes poseen ciertos defectos físicos; y al acatarlas, estaríamos muy lejos del experienciar el amor de Dios y sobre todo, pisotearíamos muchos de los derechos humanos fundamentales, tal y como ahora se hace con homosexuales y lesbianas.

Al condenar los derechos de pareja, la iglesia considera que los actos homosexuales son desordenados y contrarios a la castidad. Si entendemos que el único orden posible es el heterosexual con fines procreativos entonces en estos momentos muy pocas personas, incluyendo las heterosexuales, serían “ordenadas” y muchos menos seríamos castos ya que la mayoría de los encuentros sexuales tienen como fin el placer.

Debe entenderse que la ley de parejas no impone ningún comportamiento en particular sino que se limita a buscar que se haga legal la solución a una realidad de hecho que es considerar a los homosexuales y lesbianas como ciudadanos de segunda clase y por tanto con menos derechos que los y las heterosexuales.

Su Concejal, Manuel Velandia

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