lunes, 30 de agosto de 2010

Identidades sexuales móviles: De las poblaciones de riesgo a las poblaciones vulnerables


Por Manuel Antonio Velandia Mora
España, 2010-08-30

Para quien como maestro/a o miembro del equipo de salud investiga, planifica e implementa una estrategia ya sea informativa, comunicativa o educativa relacionada con las sexualidades se hace necesario la comprensión de las mismas ya que, como lo hemos evidenciado previamente, su epistemología, ontología y la manera como también comprende, emociona y experiencia las relaciones sociales determinan los fundamentos y políticas de dicha estrategia.

La comprensión de las sexualidades es probablemente uno de los temas más álgidos en el desarrollo de un Proyecto Educativo Institucional o de una estrategia CIE, lo es porque en nuestro medio hay un permanente conflicto entre una manera conservadora de verla sexualidad y una manera más abierta y fundamentada en el ser como sujeto de derechos humanos, es decir como individuo en el cual prima la autodeterminación en la construcción de sí mismo y sus relaciones sociales. De ahí la necesidad de comprender previamente algunos conceptos filosóficos que posibilitan la comprensión de los Sexualidades.

La relación entre la Autonomía, la individualidad y la integridad
Según Edmund Pellegrino (OPS, 1990), hasta la década de los 70´s se consideraba que en todo proceso de salud participaban tres actores, cada uno de ellos con su propia significancia moral en su manera de actuar. El/la usuario/a o paciente lo hacía guiado por el principio de “autonomía”, el/la profesional (docente o miembo del equipo de salud) por el de “beneficencia”, y  la sociedad por el de “justicia”; sin embargo, la intervención del(-a) profesional ha cambiado en su moralidad, por que ha modificado su fundamento ético; actualmente la autonomía ha desplazado a la beneficencia como primer principio de la bioética, ello conlleva una relación más franca y abierta entre quienes participan de los procesos del PEI y las acciones CIE, y así se respeta aún más la dignidad de los/as usuario/as.

Toda intervención para considerarse ética debe respetar tres derechos: A la autonomía, a la intimidad y a  la integridad, recordando que toda decisión autónoma se fundamenta en el consentimiento informado. A continuación el autor expone la relación entre estos tres elementos y sobre algunos valores y virtudes morales que apoyan la toma de decisiones y el actuar ético de las personas.

Recordemos que la autonomía es la facultad para gobernarse, dicha capacidad de autogobierno, es inherente al ser humano por tanto es tan solo una cualidad de los seres racionales. A éstos les permite elegir y actuar en forma razonable, es decir fundamentada en la razón. Dicha decisión se hace sobre la base de una apreciación personal de las futuras posibilidades y estas están evaluadas en función de un sistema propio de valores. Implica pues, la posibilidad de pensar, sentir y  emitir juicios sobre lo que considera bueno para sí; esta posibilidad puede verse afectada por elementos internos o externos, tales como: Condiciones o disfunciones cerebrales, la edad, la coerción, el engaño e incluso, aun cuando se cuente con uso pleno de todas las facultades, verse impedida por la falta de la información pertinente y adecuada.

Para que un acto de un individuo sea autónomo, debe satisfacer los criterios de consentimiento informado; es decir, tener la posibilidad de decidir sin restricciones internas o externas, con toda la información necesaria y de acuerdo con la axiología; o sea, la situación particular de la persona quien decide, de ello se infiere que la persona debe actuar fundamentada en lo que considera mejor para sí misma y no por lo que otros/as podrían considerar mejor para ella. El autogobierno está tan arraigado en el ser humano que su ejercicio constituye un derecho moral que genera para sí mismo/a y con relación a los otros el deber del respeto por su propia autonomía. El principio de la autonomía según Campbell Courtney, significa “... que debemos tratar a las demás personas con fines en sí mismos, en particular en lo que concierne a la libertad, su libertad de acción y de autodeterminación...” (OPS, 1990). Por más que la persona considere beneficiosas sus decisiones para los demás, estos “bienhechores” no pueden excusarse en dichos beneficios para actuar, no importa que tan “benéficas” sean sus intenciones.

El consentimiento más que un asunto legal, es un asunto moral, y aun cuando la beneficencia también lo es, el hecho de considerar que la decisión particular beneficia a la otra persona, no justifica olvidar que es suya la decisión de recibir o no dicho beneficio. La autonomía no puede vulnerar los acuerdos y exigencias de la sociedad a la cual pertenece la persona, pues dicha vulneración atenta contra los derechos sociales; sin embargo, es necesario aclarar que no se puede ejercer el derecho a la autonomía si no se reconoce el derecho a la intimidad y se concibe a la persona como ser íntegro.

La invasión a la integridad que implica por ejemplo, un acto penetrativo, una práctica oral genital, o el toque que hace un profesional de la salud al cuerpo de su paciente, conlleva lo posibilidad de entender que existen invasiones lícitas a la integridad, para serlo necesitan de un consentimiento informado.

La autonomía está subordinada a la integridad; por ejemplo, no importa que el/la usuario/a de un programa considere que el aborto es una decisión correcta o que prefiere la inseminación artificial, no puede obligar a la otra persona a estar de acuerdo con dicha apreciación y menos aún a practicarlas. Se exige un respeto mutuo a la integridad, dicho respeto no implica ceder a los propios principios, por ejemplo, se conoce que una persona que vive con el HIV/sida, sostiene relaciones genitales sin protección y que con sus prácticas está colocando en riesgo a su pareja; es lógico que entendamos que dicha actuación vulnera la integridad de su pareja, por tanto, el/la terapeuta está en la obligación de denunciar dicha actitud y ello no implica una violación a la integridad de esa persona, ya que su ejercicio genital es un acto que sobrepasa su propia autonomía al ejercer una violencia a la integridad de su pareja. El paternalismo viola la integridad de la persona.

Una persona, si así lo desea, puede ceder en su autonomía si considera que su integridad está afectada y que puede mejorarse con determinado procedimiento; en ese caso en particular, la persona puede permitir que su terapeuta decida lo que “es mejor”, sólo así, el/la terapeuta pudiera traspasar sus propias barreras para decidir en nombre del(-a) otro/a; recordando que la decisión que así se toma, no está hecha en nombre del(-a) paciente, por el paciente; es decir, no en lugar de éstæ, sino en beneficio de su propia decisión. Las personas inmersas en la sociedad generalmente fundamentan su decisión particular y éste se ve limitado por razones de justicia social.

La integridad es un asunto de existencia, por ser un atributo del ser humano, la integridad no se puede restringir, ya que es parte de nosotros/as mismos/as. No puede ser restringida por razones de edad, por uso no adecuado ni completo de las facultades, es Inalienable, no se puede renunciar a ella; porque no se puede Enajenar, Ceder ni Transferir; es Inherente, porque constituyen un modo de ser intrínseco al sujeto.

Todo actuar en sexualidad es un compromiso ético y se fundamenta en la virtud de la integridad, para actuar integralmente, es necesaria una máxima sensibilidad moral y de respeto por la individualidad, la integridad del(-a) usuario/a de los servicios y de su autonomía.

Es importante recalcar que la manera como cada persona presenta los hechos puede “orientar” la toma de decisiones, igualmente puede lograr la significancia social que puede tener para tomar una decisión, el buen nombre de quien la apoya. Por eso, toda acción debe estar fundamentada en la virtud de la fidelidad a la confianza depositada en el/la terapeuta u orientador(-a), en su virtud de capacidad para renunciar al propio interés y mantenerse en unos contenidos humanistas, en resumen, Bioéticos.

El discurso de las sexualidades
El desarrollo de la sexualidad y sus interpretaciones han tenido una serie de aspectos relevantes que han ido modificando su vivencia y las emociones que el sujeto experiencia frente a ella. El ser humano inicialmente era comprendido como macho o hembra, masculino o femenino, y desde dicha comprensión se entiende que sólo tiene como alternativa una única manera de construir su identidad sexual y esta "debe ser" la heterosexual, por tanto vivenciada en relaciones machistas, con preponderancia del poder masculino y centradas en la falocracia. Este modelo considera que la identidad sexual de los individuos es fija y que tanto estos como lo que la sociedad concibe sobre ellos es inamovible ya que los demás ven y explican lo que el otro debería ser.

Fue necesario entonces que se desarrollaran planteamientos tales como el feminismo, el concepto de género, los derechos sexuales y reproductivos y por tanto, el reconocimiento del “madre solterismo”, de la mujer como cabeza de familia y dueña de su cuerpo y genitalidad para que estos planteamientos ampliaran su horizonte de comprensión a lo que se denomino derechos sexuales y reproductivos. En estos, la visión de identidad sigue siendo fija, pero se amplía al reconocimiento del mundo de lo femenino. Los estudios de finales del siglo 19 permitieron la pregunta en torno a la heterosexualidad y elaboraciones referentes a la homosexualidad, pero tan solo hasta mediados del siglo 20 puede hacerse un acercamiento a la comprensión de lo lésbico, y posteriormente una aproximación al deseo, el erotismo y la masculinidad.

Un ulterior avance se hace al pasar del discurso de los derechos sexuales y reproductivos a los derechos sexuales entendidos como derechos humanos. En esta comprensión la identidad no se considera fija sino que se basa en el concepto de identidad comprendida como proceso móvil. Hablando ya no de sexualidad en singular sino de las sexualidades y proponiendo que existen tantas como sujetos hay.

El mundo de las identidades posibilita entonces comprender que en un mismo sujeto hay diferentes identidades: de los sexos, el ser humano puede ser macho, hembra o intersexual (reunir en sí mismo tanto genitales externos o internos de macho o hembra); de los géneros que pueden ser masculinos, femeninos o transgéneros; de las identidades de orientación sexual es decir de las heterosexualidades, bisexualidades, lésbicidades u homosexualidades; y, de las expresiones comportamentales sexuales o formas de obtener y proveer placer.

Propiedades del ser que está siendo
Una propiedad de los sistemas humanos es ser únicos. No hay nadie como yo, nunca lo ha habido ni lo habrá, soy tan único/a que soy incluso distinto/a de mi mismo/a a pesar de que en esencia sigo siendo yo, por ejemplo, a medida que pasa el tiempo cambio y soy diferente al de hace unos años, hace unas semanas o hace unos minutos. Por tanto, lo que cada uno/a experiencia, emociona y explica con respecto a su orientación sexual es igualmente único.

En segunda instancia, aquello que el sistema humano ha vivido lo hace y es irrepetible, recordemos aquello de que no puedo nadar dos veces en el mismo río. Primero porque lo que ya he experienciado, como nadar, ya está realizado y no lo puedo repetir porque al intentar hacerlo lo hago en otro tiempo, espacio y condiciones. Ya ha pasado un tiempo por tanto el tiempo es otro,  el agua ha circulado por lo tanto el río en el que nado es distinto y he invertido cierta energía en consecuencia estoy cansado y las condiciones en las que nado son diversas. Desde esta lógica no se habla de homosexualidad, lesbianidad, heterosexualidad o bisexualidad sino de homosexualidades, lesbianidades, heterosexualidades y bisexualidades. El plural referencia y recalca la singularidad, particularidad y unicidad del ser y sus vivencias; como también, el hecho de que el proceso particular  no puede ser repetido por otro/a ya que esæ otro/a lo experiencia, emociona y explica a partir de su unicidad que lo hace diverso/a.

En tercera instancia, toda persona está en permanente movimiento y por tanto en constante cambio; Todo sistema se experiencia en un continuo recibir, transformar y dar energía; lo que nos lleva a aceptar que como persona no soy un ser terminado sino en permanente desarrollo: un serdinámico. En tal sentido, no soy un ser terminado sino un ser que está siendo[1] No soy un ser completo, no estoy terminado/a, estoy siendo un(a) ser nuevo/a en cada momento, siendo esta la esencia que hace dinámico a mi ser. Se es en una orientación sexual de manera diferente, es el lugar de vivienda, estudio, iglesia y grupo comunitario, ya que al estar influenciado/as, interafectado/as y ser interdependientes con y por los/as otro/as, la cultura y la sociedad, cada uno/a se experiencia en el cotidiano, en cada tiempo y espacio, a partir de las vinculaciones que establece en razón de ser ecosistémico.

En cuarta instancia, reconocerme como un ser histórico implica que hay algo en mí que permanece como esencia: lo que he vivido. Cada situación que experiencio tiene como fuente lo vivido y trascendido. En quinta instancia, aun cuando en esencia soy el/la mismo/a se han generado en mi una serie de cambios viables a partir de los aprendizajes, experiencias y emociones vivenciados previamente; por tal razón, soy evolutivo/a. Si las reflexiones que yo me hago están directamente relacionadas con mi experienciación de estar siendo homosexual o lesbiana, necesariamente no lo fui desde siempre sino que me he venido haciendo, explicando y emocionando en dicha orientación sexual de manera dinámica.

En sexta instancia, estoy siendo futuro en la medida en que lo construimos a partir de lo que “queremos ser”, alcanzar a llegar a estar siendo, más adelante, en nuestra existencia. Lo que yo estoy siendo hoy, en este momento, en el aquí y en ahora tan solo es posible desde lo que he estado siendo pero igualmente se posibilita desde aquello que yo, prospectivamente, deseo estar siendo como persona.

En última instancia o como inicio del camino el ser se construye procesalmente. Lo que estoy haciendo puede considerarse un proceso en sí, pero todo proceso hace parte o es uno de los micro procesos de otro u otros procesos mayores que a su vez son parte de otro u otros procesos macro. Todo proceso de un ser humano, con relación a sí mismo y a otros/as humano/as, implica interrelaciones, interafectaciones e interdependencias. Toda afectación de una parte de mí, como sistema, me afecta en mi totalidad e integridad y a su vez, afecta al o a los microgrupos, grupos y macrogrupos de los que hago parte; y en consecuencia, afecta a la sociedad, pero también todo lo que sucede en ella y en los grupos en los que estoy inmerso me afectan a mí, produciéndose en ese intercambio una serie de emergencias que en esencia son lo que yo “estoy siendo”, y en ultimas, lo que estoy experienciando, emocionando y explicando sobre mí y sobre la sociedad y cultura de las que hago parte.

En el proceso de socialización aprendemos el cuerpo, experienciamos el sexo y asumimos el género; elementos que me determinan como ser sexuadoy se experiencian, emocionan y explican ecosistemicamente. La sexualidad de cada individuo, entre otros elementos, está determinada por lo que el/la sujeto/a está siendo como ser sexuado, es decir por su orientación sexual y por sus expresiones comportamentales[2] (Alvarez-Gayou, 1992) o formas de obtener placer.

El cuerpo, aun cuando de origen biológico, está afectado por la cultura, el tiempo y el espacio; por ejemplo, las mujeres rollizas y con celulitis que pintaba Rubens no representan el cuerpo construido y reconstruido de la mujer de hoy, como tampoco la mujer santandereana se reconoce en el cuerpo como la hace una mujer de la costa Atlántica o Pacífica. El cuerpo se modela desde una “necesidad social” por eso, así seamos machos o hembras hacemos dietas, cirugías plásticas, ejercicio, exposiciones al sol o cambiamos el color del cabello; además, experienciamos el cuerpo a través de los accesorios y vestidos que lo envuelven o adornan como si estos fueran su extensión: se usan zapatos con tacón que lo alargan, falda o pantalón que lo hacen punto focal de las miradas y deseos, prendas sueltas o ajustadas que lo hacen sensual o pasar inadvertido.

El sexo[3], solemos entenderlo como construcción biológica; sin embargo, aun antes de nacer socialmente se construye una explicación del sexo para cada persona como macho o como hembra, construcción que en algunos casos no se soporta en la existencia real de lo biológico. Al observar un scanner de una mujer preñada si el producto que se gesta es un macho, entonces a partir de una evidencia biológica que es poco evidente ya que sólo es una visión de lo más superficial de la biología humana, se asignan unas propiedades, en este caso se afirma que ese macho sea fuerte, saludable, recio, resistente y se espera siga siendo así.

Socialmente y a la par, se le asigna a la persona un sexo al observar sus genitales externos, sin saber si internamente se corresponde con dicha asignación (se espera que sea así). El sexo por asignación recurre complementariamente a la asignación de los roles sexo-genitales que desde el “deber ser” se supone y espera son propios de cada sexo[4]. Se ha dividido el mundo en extremos que se complementan ignorando que existe un continuo que determina una serie de variaciones intersexuales; por ejemplo, algunos seres pueden tener dos genitales externos que se corresponden con aquello que determinamos como los genitales del macho y de la hembra; sucede también, que se presente en los genitales internos una mezcla de ambos, o algunos individuos manifiesten un genital externo que no se corresponde con el interno; en resumen, hasta el momento, se han clasificado 16 intersexualidades o grandes variaciones entre las categorías extremos del continuo macho-hembra. Los seres suponen sobre sí, y socialmente se conjetura de ellos/as que son machos o hembras puros/as de la especie; sin embargo, mucho/as de nosotros/as morimos sin lograr evidenciar científicamente que realmente somos lo que suponemos y los demás suponen que estamos siendo.

El género es una noción, una construcción social y cultural sobre lo que “debe ser” y como debe comportarse una persona, pero el género es especialmente una construcción particular, a partir de la cual la persona asume una manera de actuar a la que se llama “rol de género”; generalmente, se espera que dicho rol acompañe en su actuación a un cuerpo que se le corresponde; es decir, por ejemplo, a un cuerpo de macho le correspondería un rol masculino.

Algunas personas pueden experimentar una situación a la que se denomina “disforia de género” en ellas su rol, su actuar, su performance del género no está en consonancia con su cuerpo: asumen una performance femenina a pesar de que su cuerpo es o se asigna masculino o una performance masculina aun cuando su cuerpo es o sea asignado de hembra. En este caso podemos decir que la persona ha abandonado su “género por asignación” y ha asumido un “género por opción”.

No todas las personas (intersexuales o no) asumen un rol de género diferente a su “género por asignación”, a quienes asumen un “género por opción” se les denomina “transgeneristas” en Colombia y “transgéneros” en el resto del mundo.

Las personas transgéneros acompañan el rol de género optado con los accesorios, vestidos y maquillajes (cuando ello se considera culturalmente necesario) propios del género al que han “transitado”. Puede presentarse entonces personas que vivencian un “tránsito identitario de la masculinidad a la feminidad” (Velandia, 2006) y otras que experiencian un “tránsito identitario de la feminidad a la masculinidad”.

A los hombres que asumen por momentos o permanentemente los accesorios, vestidos y maquillajes propios del género femenino pero que éste no es su género por opción, y esto es una expresión comportamental sexual que les produce placer y en consecuencia lo asumen como parte de su identidad sexual se les denomina “travestis”.

Sexológicamente hablando, no hay un nombre para denominar a las mujeres que asumen los accesorios y vestidos masculinos; esto se debe a que el poder de la masculinidad es tal que se considera social y culturalmente aceptable que toda mujer aspire y asuma ciertos elementos representativos de quien ostenta el poder: el macho, masculino, machista y falocrático. Sin embargo, en algunos países como España se aplica el termino travesti también para las mujeres.

Todo transgénero que ha transitado identitariamente de la masculinidad a la feminidad (o de la feminidad a la masculinidad, es travesti -si partimos del criterio español-), pero no todo/a travesti es transgénero. Un hombre transexual es aquella persona que pertenece psíquicamente al género masculino como su género optado, a pesar de haber nacido con anatomía de mujer.

Una mujer transexual es aquella persona que pertenece psíquicamente al género femenino como su género optado, a pesar de haber nacido con anatomía de hombre. Una persona transexual no desea los caracteres del sexo con el que ha nacido sino que le apetece un cuerpo que sea acorde con su género optado. Se es transexual así la persona quirúrgicamente, con aplicación de hormonas y/o con trucos o rellenos, transforme o no su cuerpo, para aproximarlo al cuerpo deseado. (Velandia, 2007).

En el proceso de construcción de identidad sexual las personas también determinan a la(s) persona(s) con quien(es) desea(n) realizar sus deseos, afectos, genitalidad y eroticidad; a este proceso de construcción identitaria se le denomina de “identidad de orientación sexual (Velandia, 1999)

Las reflexiones que cada persona elabora las produce a partir de lo que está siendo; por tanto, mis cavilaciones y las de los/as otros/as son tan únicas como cada persona que explica lo que es. Las explicaciones que damos sobre el mundo, nosotros/as mismos/as, a nuestras relaciones, son únicas y diferentes a las de los/as demás. El problema más grande en la comprensión de las sexualidades radica en que no logramos darnos cuenta que frente a un mismo hecho hay tantos versos, tantas reflexiones y explicaciones (uni-versos) como seres humanos hay, y en tal sentido, desde la teoría del lenguaje, que la cultura se construye en multiversos. No voy a explicar aquí las diferentes teorías sobre el origen de las homosexualidades o las pocas existentes con respecto al origen de las lesbianidades ni me pienso “casar” con una de ellas, tan solo haré referencia al acuerdo existente en la comunidad científica internacional: la homosexualidad no es una enfermedad, es una orientación sexual.

La identidad hace referencia a la manera como cada quien se asume para sí mismo/a y con relación a los demás y a lo que la sociedad espera de él o ella con referencia a su ser sexuado, es decir, con relación a su cuerpo, sexo y genero, como también a sus expresiones comportamentales y a su orientación sexual.

El “deber ser” socializado ha construido una explicación social de aquello que se espera “debemos ser”, es decir y en este caso, hombres o mujeres. En nuestra cultura y sociedad se es hombre si es macho, masculino, heterosexual y por tanto, en nuestra cultura, machistas y falocráticos. En esta razón se es mujer si se es hembra, femenina y heterosexual y por consiguiente, en nuestra cultura, dependiente del macho y reconocedora del poder que sobre ella debe ejercer el propietario del falo. Es tal vez esta la razón por la que algunas personas se preguntan con respecto a las relaciones entre personas del mismo sexo, en ellas quien ejerce de hombre o de mujer, olvidando que no se puede dejar de ser o que no se es por asumir lo que se considera un rol “propio” del otro sexo.

En la vida cotidiana las personas se debaten en un juego sistémico entre el “deber ser”, su “querer ser” y aquello que “están siendo”; este último en la acomodación entre dichos “deber ser” y “querer ser”. La identidad como ser sexuado se vivencia entonces en el juego entre tres diferentes concepciones que se interafectan, interdependen e interrelacionan: lo que los/as otros/as identifican que yo soy: identidad social; lo que yo identifico que estoy siendo: identidad particular; y lo que yo estoy proyectando de mí porque es lo que deseo proyectar: identidad de socialización. Como sujeto social estamos en un continuo movimiento entre las subidentidades que conforman nuestra identidad, en tal sentido las identidades tanto particulares como sociales siempre serán móviles.

La orientación sexual[5], cualquiera que esta sea, no aparece de la noche a la mañana sino que se construye al igual que el cuerpo, el sexo y el género en el proceso de socialización. Se es homosexual o lesbiana desde si mismo/a y con relación a la sexualidad del(a) sujeto/a con la que asumo que puedo ejercer mi deseo, erotismo, afectividad y genitalidad. Las personas cimientan una identidad de orientación sexual de su lesbianidad u homosexualidad a partir del “deber ser” de lo que la sociedad espera que sea, es decir heterosexual; el “querer ser” hace referencia a aquello que yo determino a partir del “deber” como lo que yo mismo/a entiendo y asumo que debería ser mi ser, y el “estar siendo” es la identidad que emerge del juego entre la “identidad social”, la “identidad particular” y la “identidad de socialización”.

La Lesbianidad es una orientación sexual de origen cultural en la que en el proceso de socialización, una mujer (biológica, optada o transformada) experiencia, emociona y explica su vinculación como persona sexuada hacia otra mujer (biológica, optada o transformada), a partir de manifestaciones lesbicodeseantes, lesbicoeróticas, lesbicoafectivas y lesbicogenitales; sin embargo algunas mujeres tienen una identidad lésbica sin haber experienciado procesos lesbicodeseantes, lesbicoeróticas, lesbicoafectivas o lesbicogenitales (Velandia, 2007).

La homosexual es una orientación sexual de origen cultural en la que en el proceso de socialización, un hombre (biológico, optado o transformado) experiencia, emociona y explica su vinculación como persona sexuada hacia otro hombre (biológico, optado o transformado) que orienta sus deseos, afectos, genitalidad y eroticidad hacia otro hombre biológico, optado o transformado; sin embargo algunos hombres tienen una identidad homosexual sin haber experienciado procesos homodeseantes, homoeróticas, homoafectivas u homogenitales (Velandia, 2007).

El juego de las emergencias sucede en todas las identidades sexuales y en cualquiera de las orientaciones sexuales, aun cuando para los heterosexuales la distancia entre “deber ser” y “querer ser” es mucho menor que en las orientaciones sexuales consideradas marginales.

Algunas personas experiencian algunos aspectos de la lesbianidad o de la homosexualidad sin definirse en una orientación sexual lésbica u homosexual; por dicha razón, actualmente suele hablarse de hombres que tienen sexo con otros hombres o de mujeres que tienen sexo con otras mujeres para hacer referencia a aquellas personas que siendo bigenitales y en algunos casos bieróticas y bideseantes e inclusive biafectivas, se identifican en su orientación sexual como heterosexuales.

Se puede estar siendo en parte o en el todo de la lesbianidad o la homosexualidad experienciándose en una, dos, tres o las cuatro siguientes opciones, es decir, como homoerótico o lesbicoerotica, homogenital o lesbicogenital, homoafectivo o lesbicoafectiva, homodeseante o lesbicodeseante sin asumirse así mismo/a como homosexual o lesbiana. Dicha asunción hace referencia a lo que denomino identidad de orientación sexual. A continuación presento una propuesta de análisis sobre la construcción de la identidad de orientación sexual comprendida en cuatro etapas en las que la finalización de una se solapa con la siguiente e imbrica en la anterior. Este análisis además permite ver que la identidad de orientación sexual es móvil.

Etapas en la construcción de la identidad de orientación sexual homosexual ó lésbica

Coming In: A la primera etapa en la construcción de la identidad de orientación sexual (Velandia, 1999), se le ha denominado del coming In, que puede traducirse como interiorizarse, adentrarse en sí mismo/a. El individuo inicia la toma de conciencia de su deseo por otra persona del mismo sexo. El coming in es el momento más difícil en la construcción de la identidad de orientación sexual; lo es tanto, que muchas personas pueden permanecer en esta etapa durante años, inclusive décadas y no trascender a las otras etapas.

La vergüenza de sentirse o pensarse diferente parece ser elemento fundamental de la construcción de la identidad particular de orientación sexual. El encierro es frecuente y proviene tanto de reconocerse diferente al “deber ser” como de confrontar dicho modelo. Mientras la persona esté siendo vergonzante nunca podrá trascender su proceso ya que la culpa y autorepresión posibilitan la heterorepresión, el estigma y la discriminación.

Generalmente, quien está en coming in como lesbiana u homosexual se encuentra en un proceso de construcción diferente al de una persona que construye una identidad heterosexual. Sienten que son las únicas personas atravesando dicha circunstancia. Siendo adolescentes o adulto/as jóvenes, al sentirse atraído/as por otras de su mismo sexo o desarrollar actividades para las cuales el “deber ser” de la identidad de género considera que el comportamiento es “inapropiado” se desestabiliza emocionalmente. El temor a ser enfermo/as, anormales, les produce dudas y contradicciones sobre las cuales inicialmente no intentan obtener respuestas. Consultan en diccionarios y enciclopedias sobre palabras tales como homosexual o lesbiana; esconden información extraída de periódicos o revistas, sobre el tema, para leerlas posteriormente y con detenimiento; y se sientan molesto/as cuando, en su presencia, los medios de comunicación hacen referencia al tema.

Aprenden a reconocer las “etiquetas” o rótulos socialmente usados para agredir a quienes se considera que tienen un comportamiento diferente con el fin de estigmatizarlas. Quienes discriminan no siempre saben plenamente su significado, por ejemplo otros menores y adolescentes, pero sí reconocen los efectos que producen en la carga emocional de la persona estigmatizada. Los/as rotulados, inicialmente, no reconocen el significado del rótulo pero suelen sufrir de la violencia que con su uso se ejerce. En la medida en que fueron comprendiendo los contenidos de los rótulos, se marginan de las actividades grupales tanto en la escuela como en la familia; incluso, siendo participes de una reunión, cada vez que alguien habla de homosexualidad o lesbianidad sienten que se acelera su ritmo cardiaco, sus manos sudan y les tiembla la voz. Las personas adultas recuerdan que siendo menores les llamaba la atención que los/as rotularan y que no sentían que estuvieran haciendo nada diferente a lo que hacían otros/as menores.

Cuando están cerca de personas marcadamente “amaneradas” esto les produce cierta contradicción, tienen temor de llegar a “ser como esa persona” pero igualmente, sienten una gran atracción por ella. Observarlas les hace tomar conciencia de sus propios amaneramientos y en caso de hacerlos evidentes, surge el temor a actuar en grupo o realizar algunas actividades de la vida cotidiana en las que creen que dichos amaneramientos pueden notarse. Se preocupan por la sensación que despiertan en otras personas y suelen confrontarse con respecto a realizar aquellas actividades o aislarse totalmente. Muy poco/as se deciden a hablar con sus padres, guías espirituales y maestro/as, o recurren a terapia por temor a ser vulnerados, utilizados e incluso agredidos sexual o físicamente.

No recuerdan haber “deseado”, en su infancia, un contacto genital con alguien de su mismo sexo; cuando mucho, rememoran aproximaciones como el placer por una fragancia, sentir cerca a la persona o desear algunos “roces” de piel. Las personas que les despertaban sensaciones, que describen como “casi de enamoramiento” fueron, generalmente, aquellas a quienes en su vida cotidiana admiraban por alguna razón; alguno/as recuerdan con especial cariño a maestros/as de escuela y a personajes de programas de televisión. La apertura a otros los/as acerca al paso posterior en la construcción de su identidad de orientación sexual.

Coming Out: La segunda etapa del proceso de construcción de la identidad de orientación sexual es el Coming Out, vocablo que puede traducirse como “salir hacia fuera”. Es el proceso por medio del cual el individuo busca salir de sí hacia otro/as, motivado en la búsqueda de consolidar su identidad particular de orientación sexual, aproximándose a elementos teóricos y situaciones vivenciales que le faciliten la comprensión de su dinámica individual. Para quien se piensa en una orientación homosexual, lésbica o bisexual, el proceso generalmente conlleva inicialmente la apertura hacia otros/as con su misma orientación, situación que es más fácil para el heterosexual, por ser esta el “deber ser”.

Buscan espacios que le posibiliten comentar su situación con los/as amigo/as del colegio, vecindario, escuela o lugar de trabajo en quienes creen y sienten que pueden fiarse. Al hacerlo encuentran tres tipos de respuestas; censura,  aceptación o “compasión”. El grupo de personas que la rodea, generalmente compuesto por heterosexuales, asume con sorpresa y curiosidad la declaración. Este “desahogarse” proporciona una ayuda a la autoestima en la medida en que la persona ya no se siente aislada del mundo, pero no plantea soluciones reales a sus necesidades genitales, afectivas y eróticas, lo cual aun cuando lo/a tranquiliza lo/a lleva a buscar espacios donde las pueda satisfacer, o por lo menos saciar su curiosidad.

El coming out suele experienciarse en una doble o triple vida: la del espacio cerrado y permisivo (bar, sauna, video, apartamento) y la de los espacios íntimos (familia, escuela, trabajo). En el espacio cerrado, a veces clandestino, la persona se reconoce a sí misma, encuentra “amigo/as” o simplemente personas a quienes observar, aprende a desenvolverse con “naturalidad”, a pesar de que tienen aun mucho temor de ser identificado/as e inclusive a ser reconocido/as por otras personas, así ellas frecuenten esos mismos lugares.

Acostumbran leer literatura científica, acudir al teatro, ver películas, acceder a Internet  y buscar muchas otras situaciones relacionadas con el tema de la orientación sexual; incluso acceden a profesionales de la terapia sexual o la psicología como una manera de encontrar respuestas a sus dudas. Quien ha pasado por estas experiencias, se siente más tranquilo/a en cuanto a sí mismo/a aun cuando si se autorizan a establecer algunos contactos eróticos y genitales ocasionales, mienten con respecto a sus datos personales o como ser ubicado/as.

En su entorno familiar prefieren evitar cualquier acercamiento al tema y por tanto, eluden responder a cualquier duda o interrogante. Sus respuestas suelen ser evasivas o negativas. Inicialmente suelen tener dudas sobre identificarse en su orientación sexual, ello los/as lleva a dar excusas y explicaciones que niegan la verdad. La gran mayoría prefiere tener un “rompimiento” con su familia y aislarse antes que aceptar la realidad que se le impone al autonominarse lesbiana u homosexual. Esto le facilita establecer un vínculo de pareja, aun cuando también la “formalización” de una relación lleva a “cortar el cordón umbilical”.

Al vincularse con alguien que tiene un espacio privado abierto a otros/as con similar orientación sexual y/o a personas permisivas, descubren allí modelos de vida que les ayudan a consolidar su “querer ser”. Acceder a un grupo terapéutico o a un profesional especializado/a  en esta área, con un manejo positivo de la homosexualidad y la lesbianidad, facilita el proceso de coming out porque les permite asumir su identidad con mayor tranquilidad y menos conflicto. Son pocas las personas quienes deciden avanzar en su proceso hacia hacer pública su orientación sexual.

Establish Itself: Tercera etapa cuyo nombre puede traducirse como “establecerse a sí mismo/a”. Proceso en el que la persona busca consolidarse en una orientación sexual determinada, lo que le implica generalmente, cuando se pertenece a una minoría sexual, hacer una afirmación de la misma, en los entornos familiares, educativos y laborales. Su sexualidad se convierte en eje de su existencia. Por ello es frecuente la permanente reafirmación de la orientación, sin que ello signifique que quienes deciden llegar a esta etapa del proceso hagan “vox populi” de ello.

En esta etapa alguno/as suelen racionalizar su discurso comprensivo con respecto a la orientación sexual e inclusive avanzan en la construcción de un discurso político sobre las minorías sexuales participando de grupos de discusión en los que se trabaja por los derechos humanos y sexuales. Inicialmente tienen inconvenientes para comprender y trabajar conjuntamente con otros/as quienes se encuentran en similar proceso, y con personas del otro sexo con similar orientación sexual. Más aún cuando a las organizaciones acceden “transvestis[6], transexuales, transgéneros o trabajadoræs sexuales[7], probablemente porque esto/as han construido un discurso sobre su identidad particular y de orientación sexual diferente y se les dificulta entender otras opciones en el amplio espectro de la diversidad sexual.

En la medida en que las personas llevan más tiempo en esta etapa van dándose cuenta de que el énfasis que ponían en explicitarla ya no se hace necesario. La gran mayoría continúan viviendo su cotidiano y lo van transformando de tal manera que este gira cada vez menos en torno a su homosexualidad o lesbianidad y cada vez más alrededor de sus necesidades en otros temas que ahora vuelven a ser importantes. Esta última posibilidad abre el camino a la última etapa en la construcción de la identidad particular de orientación sexual.

Self Made: Así ha sido nominado por Velandia (1999a; 1999b) el último paso del proceso. En esta cuarta etapa la orientación deja de ser el eje existencial para ser tan solo un elemento más en el cotidiano, convirtiéndose ellos/as mismos/as en los/as hacedoræs de su propia existencia. Puede decirse entonces que en ese momento se construyen plenamente como personas, cuya estabilidad emocional las motiva a hacer totalmente pública su orientación sexual y a vivenciarse de dos posibles maneras: convirtiéndose en abanderado/as de las causas por los derechos sexuales y viviendo su homosexualidad o lesbianidad de forma libre y tranquila pero un poco al margen del bullicio del mundo gay. Tienden a construir parejas bastante estables y a desarrollar actividades económicas “liberales”, en las que su orientación sexual no les hace sujeto/as de exclusión.

Sin importar la etapa en la construcción de la identidad de orientación sexual una persona puede transitar hacia otra orientación sexual e iniciar allí una construcción en la primera etapa de dicha orientación, de ahí que la identidad de orientación sexual igualmente pueda considerarse una identidad móvil.

Bibliografía:
·      Velandia Mora, Manuel Antonio (2007). Diversidades e Identidades sexuales transitadas. Nuevas definiciones para las orientaciones sexuales y los tránsitos identitarios. http://manuelvelandiaautobiografiayarticulos.blogspot.com/2008/03/diversidades-e-identidades-sexuales.html
·      Velandia Mora, Manuel Antonio (2006). Identidades sexuales móviles: El derecho a estar siendo o la posibilidad emocional, teórica y experiencial de comprender las masculinidades In: Saberes, culturas y derechos sexuales en Colombia. Ed.: Tercer mundo editores, Centro Latinoamericano de Sexualidad y Derechos Humanos (CLASDH) y el Centro de Estudios Sociales de la Universidad Nacional de Colombia (CES), Bogotá.
·      Velandia Mora, Manuel Antonio (2004). Módulo V Educación en Salud Sexual y Reproductiva VIH Sida (Prevención y Control). Gobernación de Santander-Secretaria de Salud Departamental - Proyectos Especiales UDES Universidad de Santander,   Plan Educativo de Salud Sexual y Salud Reproductiva en la Estrategia IEC. Bucaramanga, Colombia.
·      Velandia Mora, Manuel Antonio (2000). Manual de consejería pre y posprueba en VIH/sida, Ministerio de Salud/ Instituto Nacional de salud, Colombia, 2002.
·      Velandia Mora, Manuel Antonio. Caracterización etnográfica de mujeres ejerciendo trabajo sexual en Bogotá, Colombia. Ministerio de Salud, Colombia.
·      Velandia Mora, Manuel Antonio (1999a). Ética, sexualidad y derechos humanos; Derechos de humano/as: derechos sexuales. En, Revista Latinoamericana de Sexología. Edición especial. Volumen 13. números 1, 2 y 3. Pág. 20 a 29 y Pág. 84 a 90. Bogotá.
·      Velandia Mora, Manuel Antonio (1999b). Proceso de construcción de la identidad de orientación sexual. En, Y si el cuerpo grita… Dejémonos de Maricadas. Editorial Equiláteros, Bogotá.
·      Velandia Mora, Manuel Antonio (1998). “Los derechos humanos también son sexuales, los derechos sexuales también son humanos”. En,Duelo, memoria y reparación. Defensoría del Pueblo/ Fundación Manuel Cepeda Vargas. Colombia.
·      Velandia Mora, Manuel Antonio (1996). Tolerancia y minorías sexuales. En, Pastoral Xaveriana. Volumen 3, números ½. Pág. 83 a 90. Bogotá. 1996.


[1] Estar siendo: Para evidenciar el permanente dinamismo del ser humano y recalcar su permanente construcción no haré referencia al ser como “lo que es” sino lo que el sujeto “está siendo”.
[2] Expresión Comportamental Sexual (ECS): Es un término acuñado inicialmente por el Instituto Mexicano de Sexología, buscando utilizar un lenguaje descriptivo, objetivo y científico en vez del valorativo, peyorativo, sexista y discriminatorio que se venía promulgando. Las ECS consideradas sexualmente saludables, engloban todas las expresiones comportamentales de la sexualidad que integran el universo expresivo de l@s seres human@s en la búsqueda del placer y en el ejercicio de su eroticidad, como por ejemplo, voyerismo, exhibicionismo, masoquismo, travestismo.
[3] Sexo, como categoría biológica, en el caso de los humanos, hace referencia a un punto ubicado en un continuo en el que sus extremos son los opuestos reproductivos funcionales, y que caracterizan de manera diferenciada la conformación de los órganos sexuales, el aparato reproductor, y rasgos secundarios.
[4] Socialmente cuando se hace referencia al sexo, la definición suele centrarse en la capacidad denominada reproductiva: El macho es el extremo reproductivo que coloca el espermatozoide, la hembra es el extremo reproductivo que proporciona el óvulo.
[5] Orientación sexual: se define con relación a la sexualidad de l(a) sujet@ con la que asumo que puedo ejercer cuatro elementos: deseo, erotismo, afectividad, genitalidad. La persona pude poseer una orientación sin tener una identidad.
[6] Los personas transgéneros que trabajan sexualmente en Colombia prefieren denominarse a sí mismos como transvestis (escrito con “ns” antes de la “v”) y no reconocen como propia la denominación internacional travestis, como tampoco reconocen para sí la denominación transgénero.
[7] Trabajadoræs Sexual son personas mayores de edad quienes en el ejercicio de su actividad laboral, en forma más o menos permanente y de manera consciente ofertan su genitalidad o sus habilidades eróticas a otras personas de igual o de diferente sexo, a cambio de una recompensa económica o en prebendas, buscando con ello satisfacer sus necesidades básicas y/o las de su familia, ante la imposibilidad de obtener un empleo. Estas personas no siempre tienen identidad de oficio (tienen una relación con su oficio  no distinta de la de cualquier otro trabajador, es decir, no siempre les agrada lo que hacen, valoran como justo el pago que reciben a cambio o lo consideran como una alternativa aceptable o adecuada de subsistencia).
Es necesario partir de la consideración de que el ejercicio del trabajo sexual le implica a la mujer trabajadora sexual relacionarse con los usuarios de sus servicios, en una relación comercial en la que ella se asume como mercancía pero que a la vez es la fuente de ingresos con el que pretenden alcanzar un apropiado nivel de vida y en una actividad laboral en la que el tipo de servicio que se presta muchas veces se constituye en obstáculo para el mantenimiento de su salud.
Una distinción importante para el uso de la definición de trabajo sexual es que no debe hacerse referencia indiscriminada a trabajo como sinónimo de oficio, sino referirse exclusivamente a trabajo y no a oficio, por cuanto, se considera, que un oficio es una actividad productiva que se ejerce para obtener una remuneración y cuyo ejercicio produce disfrute  en la persona quien la ejecuta, en la medida en que siente y asume que dicha actividad laboral está orientada por sus principios y acorde con su proyecto de vida.  El trabajo, por el contrario, es una actividad que no es considerada gratificante por el/la trabajador(a) ya que su ejercicio no incorpora las características señaladas anteriormente como propias de la definición de actividad. Se usará el concepto de trabajo aun cuando para algunas mujeres su actividad laboral sea un oficio (Velandia, 2000).