lunes, 18 de noviembre de 2013

¿Qué te hace un buen maestro?

Por Manuel Antonio Velandia Mora
España, Noviembre de 2013


Esta es la pregunta que me ha hecho alguien que quiere ser maestro, le he respondido que un buen maestro es aquel que se preocupa porque sus estudiantes crezcan como seres humanos, y que eso no tiene que ver con la nota sino con procurar que a partir de las exigencias que se les hacen sus trabajos como estudiantes y su labor profesional sean mejores.
Me alegra cuando luego de muchos años o meses alguien me escribe o me responde a un correo, de esos que suelo enviar a quienes fueron mis estudiantes con artículos de otros o míos, diciendo que ha crecido con mis enseñanzas.
Sé que no son muchos los estudiantes que escriben a sus maestros porque las retroalimentaciones en muy pocas ocasiones son para decir algo bueno o expresar agradecimiento, suelen ser más para criticar destruyendo; olvidamos que la crítica para serlo debe ser propositiva.
Me siento feliz cuando un estudiante me dice que cree que merece una mejor evaluación (casi siempre se refiere a una mejor nota) porque esa auto-reflexión me lleva a revisar mi exigencias, a preguntarme si realmente tiene la razón, no me cuesta muchos esfuerzo cambiar esa “valoración” cuando logro darme cuenta que estoy exigiendo más de lo que debo pedir o no estoy entregando todo lo que debo dar. 
Me pregunto por qué si alguien cree que ha sido mal evaluado no se asume como sujeto de derechos y hace una reclamación. Aun no tengo una respuesta, pero creo que tiene que ver con el “respeto” mal entendido, que nos lleva a asumir, desde una perspectiva lineal, una posición en los roles de poder en los que el estudiante suele sentirse menos que el docente.
No se es maestro por tener estudiantes sino porque se construye conocimiento junto con ellos. Siento que un curso es bueno cuando en su transcurso o al terminarlo, un trabajo de clase de algún equipo de trabajo, una pregunta de un estudiante, una reflexión sobre lo aprendido o una evaluación de agenda, me conducen a querer leer más sobre un tema, a cambiar una diapositiva o mejorar uno de los textos que escribo como soporte conceptual o a cambiar mi perspectiva sobre un tema.
Me maravilla cuando en sus escritos siento que hay una apropiación de los conocimientos, en aquellas oportunidades en que la segunda versión de un artículo ya revisado no se queda en aceptar los cambios sugeridos sino en construir la idea de una mejor forma, en esos momentos en que observo que han aprendido a usar las fuentes y a descubrir las contradicciones o los acuerdos entre autores, ideas o teorías.
Me lleno de esperanza cuando alguien me cuenta algo que le ha sucedido en su institución educativa, quiere mejorarlo y me solicita apoyo para lograrlo, porque siente que sí es posible otra forma de convivencia, porque reconoce que desde el amor todo es posible o desde el lenguaje puede generar otras experiencias vitales.
Me duele cuando me entero de las evaluaciones se hacen tras bambalinas y dichas evaluaciones son diferentes a lo que a mí me han dicho, pero lo que más me entristece es conocer que desde el rechazo que siente por mí alguien logra movilizar a otros para criticar sin primero apoyarme con su redirección.
Me preocupo cuando alguien del gremio docente se comporta como un estudiante “típico” y se siente afectado por tener que leer, hacer un trabajo o se le hace alguna exigencia… esto me lleva a reflexionar sobre si es que en algo estoy o estamos fallando los maestros cuando no logro/logramos que nuestros estudiantes, que se preparan para ser mejores maestros, no transforman su quehacer estudiante-docente.
Algunos se preguntarán por qué hago y comparto esta reflexión; bueno, probablemente los que han querido llegar hasta estas líneas sin abandonar la lectura, deben saber que la escribo porque estoy feliz, porque gracias a las exigencias de mis dos directoras de tesis Doctoral (Mercedes Rizo Baeza y Ana Luisa Velandia) no solo hice una buena tesis calificada Sobresaliente Cum Laude por unanimidad, sino además porque ayer me he enterado que la Universidad de Alicante me ha seleccionado para la distinción denominada Premio Extraordinario de Doctorado, Convocatoria 2013-14 del Área de Ciencias de la Salud.
Llegar a una distinción significa leer, leer, releer, escribir, cambiar, reescribir y avanzar un poco más aun cuando algunas veces tan solo sea para darnos cuenta que hay otra manera de hacerlo mejor; investigar y poner ese ejercicio en papel puede parecernos un oficio tedioso pero cuando logramos comunicar de la mejor manera posible esa idea que creemos importante y tenemos el apoyo de alguien que lo hace desinteresadamente (a los directores de tesis doctoral no les pagan más por nuestra dirección pero hacerlo si les exige mucho más trabajo) y con dicho soporte logramos un triunfo, entonces sabremos que su esfuerzo valió la pena porque no sólo hemos crecido como escritores o investigadores, sino también como seres humanos; y los otros, al evaluarnos positivamente, así lo han reconocido. El premio extraordinario requiere dos años de trabajo y una serie de acciones y publicaciones vinculadas con la producción científica posterior a haber recibido el título de doctor.
También debo agradecer por el reconocimiento  a Stellita Betancourt porque fue ella quien me propuso hacer una especialización, terminar un máster y hacer un doctorado. Creo que su visión de futuro fue determinante para que yo me permitiera vislumbrar el mío de forma diferente. Por otra parte, también debo agradecer a mi hermana Ana Luisa porque ella me sugirió hacer un doctorado en salud además del de psicopedagogía y además me apoyo económicamente para que pudiera hacerlo, ella más que nadie comprendió que mi interés por la salud debería complementarse con una mayor formación profesional.
Son muchas las personas las que directa o indirectamente contribuyen a que nuestros esfuerzos se vean recompensados; por ejemplo, sin el bienestar en la vivencia del cotidiano no tenemos el ánimo para dedicar nuestro esfuerzo a otros menesteres, de ahí que alguien te diga que estas en sus oraciones, te pregunte sobre cómo está tu economía o te facilite las condiciones para tener la calidad de vida que requieres sea tanto o más importante que el apoyo científico o el apoyo afectivo. Por ello agradezco a Yufro y Tita que también son mis hermanas.
Dos y gracias a Stellita; en pasados días le agradecía por sus sugerencias o “remiendos” a uno de mis textos y usaba precisamente esa palabra porque debemos ser claros en que aun con nuestros ropajes menos favorecedores, si alguien nos da una “mano” y sus ideas son la aguja, el hilo y la tela para que los arreglemos, no solo nosotros nos sentimos mejor vestidos sino que los otros nos ven, o nos leen, en mejores condiciones. La palabra remiendo me gusta porque también es una composición, enmienda o añadidura que se introduce en algo, o una obra de corta entidad que se hace en reparación de un descalabro parcial.
Mi tesis aun cuando es de salud está directamente relacionada con la educación, específicamente con la formación y allí es donde debo agradecer a mis estudiantes, ellos y ellas han jugado un rol importante, porque al posibilitarme su retroalimentación me han aportado los insumos para aprender y crecer, porque lo que nos hace maestros no es tener un título en educación sino tener la posibilidad de orientar a otros, para juntos construir conocimiento.
Gracias por ser mi estudiante, por ser mi tutor, por ser mi soporte, por ser mi hermano o hermana, mi pareja, mi exmi-amor, mi cómplice… porque gracias a Usted hoy estoy siendo mucho más feliz, y es esa felicidad la que ahora comparto.