Por Manuel Antonio Velandia Mora
España, Noviembre de 2013
Esta es la pregunta que me ha hecho alguien que quiere ser
maestro, le he respondido que un buen maestro es aquel que se preocupa porque
sus estudiantes crezcan como seres humanos, y que eso no tiene que ver con la
nota sino con procurar que a partir de las exigencias que se les hacen sus
trabajos como estudiantes y su labor profesional sean mejores.
Me alegra cuando luego de muchos años o meses alguien me
escribe o me responde a un correo, de esos que suelo enviar a quienes fueron
mis estudiantes con artículos de otros o míos, diciendo que ha crecido con mis
enseñanzas.
Sé que no son muchos los estudiantes que escriben a sus
maestros porque las retroalimentaciones en muy pocas ocasiones son para decir
algo bueno o expresar agradecimiento, suelen ser más para criticar destruyendo;
olvidamos que la crítica para serlo debe ser propositiva.
Me siento feliz cuando un estudiante me dice que cree que
merece una mejor evaluación (casi siempre se refiere a una mejor nota) porque
esa auto-reflexión me lleva a revisar mi exigencias, a preguntarme si realmente
tiene la razón, no me cuesta muchos esfuerzo cambiar esa “valoración” cuando
logro darme cuenta que estoy exigiendo más de lo que debo pedir o no estoy
entregando todo lo que debo dar.
Me pregunto por qué si alguien cree que ha sido mal evaluado
no se asume como sujeto de derechos y hace una reclamación. Aun no tengo una
respuesta, pero creo que tiene que ver con el “respeto” mal entendido, que nos
lleva a asumir, desde una perspectiva lineal, una posición en los roles de
poder en los que el estudiante suele sentirse menos que el docente.
No se es maestro por tener estudiantes sino porque se
construye conocimiento junto con ellos. Siento que un curso es bueno cuando en
su transcurso o al terminarlo, un trabajo de clase de algún equipo de trabajo,
una pregunta de un estudiante, una reflexión sobre lo aprendido o una
evaluación de agenda, me conducen a querer leer más sobre un tema, a cambiar
una diapositiva o mejorar uno de los textos que escribo como soporte conceptual
o a cambiar mi perspectiva sobre un tema.
Me maravilla cuando en sus escritos siento que hay una
apropiación de los conocimientos, en aquellas oportunidades en que la segunda
versión de un artículo ya revisado no se queda en aceptar los cambios sugeridos
sino en construir la idea de una mejor forma, en esos momentos en que observo
que han aprendido a usar las fuentes y a descubrir las contradicciones o los
acuerdos entre autores, ideas o teorías.
Me lleno de esperanza cuando alguien me cuenta algo que le
ha sucedido en su institución educativa, quiere mejorarlo y me solicita apoyo
para lograrlo, porque siente que sí es posible otra forma de convivencia,
porque reconoce que desde el amor todo es posible o desde el lenguaje puede
generar otras experiencias vitales.
Me duele cuando me entero de las evaluaciones se hacen tras
bambalinas y dichas evaluaciones son diferentes a lo que a mí me han dicho,
pero lo que más me entristece es conocer que desde el rechazo que siente por mí
alguien logra movilizar a otros para criticar sin primero apoyarme con su
redirección.
Me preocupo cuando alguien del gremio docente se comporta
como un estudiante “típico” y se siente afectado por tener que leer, hacer un
trabajo o se le hace alguna exigencia… esto me lleva a reflexionar sobre si es
que en algo estoy o estamos fallando los maestros cuando no logro/logramos que
nuestros estudiantes, que se preparan para ser mejores maestros, no transforman
su quehacer estudiante-docente.
Algunos se preguntarán por qué hago y comparto esta
reflexión; bueno, probablemente los que han querido llegar hasta estas líneas
sin abandonar la lectura, deben saber que la escribo porque estoy feliz, porque
gracias a las exigencias de mis dos directoras de tesis Doctoral (Mercedes Rizo
Baeza y Ana Luisa Velandia) no solo hice una buena tesis calificada
Sobresaliente Cum Laude por unanimidad, sino además porque ayer me he enterado
que la Universidad de Alicante me ha seleccionado para la distinción denominada
Premio Extraordinario de Doctorado, Convocatoria 2013-14 del Área de Ciencias
de la Salud.
Llegar a una distinción significa leer, leer, releer,
escribir, cambiar, reescribir y avanzar un poco más aun cuando algunas veces
tan solo sea para darnos cuenta que hay otra manera de hacerlo mejor;
investigar y poner ese ejercicio en papel puede parecernos un oficio tedioso
pero cuando logramos comunicar de la mejor manera posible esa idea que creemos
importante y tenemos el apoyo de alguien que lo hace desinteresadamente (a los directores
de tesis doctoral no les pagan más por nuestra dirección pero hacerlo si les
exige mucho más trabajo) y con dicho soporte logramos un triunfo, entonces
sabremos que su esfuerzo valió la pena porque no sólo hemos crecido como
escritores o investigadores, sino también como seres humanos; y los otros, al
evaluarnos positivamente, así lo han reconocido. El premio extraordinario
requiere dos años de trabajo y una serie de acciones y publicaciones vinculadas
con la producción científica posterior a haber recibido el título de doctor.
También debo agradecer por el reconocimiento a Stellita Betancourt porque fue ella quien
me propuso hacer una especialización, terminar un máster y hacer un doctorado.
Creo que su visión de futuro fue determinante para que yo me permitiera
vislumbrar el mío de forma diferente. Por otra parte, también debo agradecer a
mi hermana Ana Luisa porque ella me sugirió hacer un doctorado en salud además
del de psicopedagogía y además me apoyo económicamente para que pudiera
hacerlo, ella más que nadie comprendió que mi interés por la salud debería
complementarse con una mayor formación profesional.
Son muchas las personas las que directa o indirectamente
contribuyen a que nuestros esfuerzos se vean recompensados; por ejemplo, sin el
bienestar en la vivencia del cotidiano no tenemos el ánimo para dedicar nuestro
esfuerzo a otros menesteres, de ahí que alguien te diga que estas en sus
oraciones, te pregunte sobre cómo está tu economía o te facilite las
condiciones para tener la calidad de vida que requieres sea tanto o más
importante que el apoyo científico o el apoyo afectivo. Por ello agradezco a
Yufro y Tita que también son mis hermanas.
Dos y gracias a Stellita; en pasados días le agradecía por
sus sugerencias o “remiendos” a uno de mis textos y usaba precisamente esa
palabra porque debemos ser claros en que aun con nuestros ropajes menos
favorecedores, si alguien nos da una “mano” y sus ideas son la aguja, el hilo y
la tela para que los arreglemos, no solo nosotros nos sentimos mejor vestidos
sino que los otros nos ven, o nos leen, en mejores condiciones. La palabra
remiendo me gusta porque también es una composición, enmienda o añadidura que
se introduce en algo, o una obra de corta entidad que se hace en reparación de
un descalabro parcial.
Mi tesis aun cuando es de salud está directamente
relacionada con la educación, específicamente con la formación y allí es donde
debo agradecer a mis estudiantes, ellos y ellas han jugado un rol importante,
porque al posibilitarme su retroalimentación me han aportado los insumos para
aprender y crecer, porque lo que nos hace maestros no es tener un título en
educación sino tener la posibilidad de orientar a otros, para juntos construir
conocimiento.
Gracias por ser mi estudiante, por ser mi tutor, por ser mi
soporte, por ser mi hermano o hermana, mi pareja, mi exmi-amor, mi cómplice…
porque gracias a Usted hoy estoy siendo mucho más feliz, y es esa felicidad la
que ahora comparto.